Los incendios forestales se repiten cada verano convirtiéndose en un importante problema ambiental, afectando miles de hectáreas anuales y acarreando graves efectos en el medio ambiente, la economía y la sociedad.
Precisamente en España, una zona mediterránea, especialmente vulnerable, y en un escenario como el actual, de cambio climático, el problema alcanza mayor gravedad si cabe: vegetación con mucho arbusto, baja humedad, altas temperaturas y largos episodios de pocas precipitaciones dan lugar a grandes superficies afectadas, pérdidas económicas y un mayor riesgo para las vidas humanas.
Es por ello que incidir en la gestión forestal sostenible constituye parte del camino que debemos seguir recorriendo para paliar esta tendencia, introduciendo criterios de cambio climático y de biodiversidad en la gestión de los ecosistemas forestales.
«El descenso de la actividad ganadera extensiva, que controlaba los pastos, ha hecho aparecer zonas de vegetal inestable susceptibles de convertirse en combustible en caso de declararse un incendio forestal»
En los últimos 80 años asistimos a una tendencia que se ha acusado más en la última década, la pérdida de población en los núcleos rurales y su envejecimiento, lo que ha afectado a los usos y costumbres. Por ejemplo, el descenso de la actividad ganadera extensiva, que controlaba los pastos, ha hecho aparecer zonas de vegetal inestable, pasto o matorral continuo dentro de masas forestales, susceptibles de convertirse en combustible en caso de declararse un incendio forestal.
Apostar por ese tipo de ganadería o por la extracción de biomasa, podría paliar en parte este problema, aligerando así a propietarios y administraciones la necesidad de acometer tratamientos selvícolas preventivos anualmente y fijando, además, población en estas zonas rurales.
La ordenación de las masas forestales es también imprescindible. Aún perduran repoblaciones masivas llevadas a cabo en los años 70 basadas en dos de las especies que más riesgo de arder tienen, los eucaliptos y los pinos.
Pero también se debe apostar por sensibilizar a la población, sobre todo la más cercana a estas masas forestales, en la prevención. Los ecosistemas forestales producen recursos económicos ligados a su explotación o a los usos ganaderos asociados pero, además, intervienen en la calidad de las aguas, en la fijación del suelo, la biodiversidad o el microclima. Por todo ello es fundamental concienciar a la sociedad en su conservación.
La gestión forestal sostenible, unida a las campañas de educación ambiental para la sensibilización y la prevención de incendios forestales, son las claves para rebajar la incidencia de los incendios forestales, sobre todo durante la época de riesgo alto, toda vez que la mano del ser humano está detrás de más del 90% de estos siniestros.
Una vez se ha producido el incendio, la prioridad es atajarlo en su fase de conato para que afecte a la menor superficie posible. Tanto el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, como las diferentes comunidades autónomas, disponen de medios materiales y humanos integrados por equipos terrestres y aéreos, y es la suma y coordinación de estos dos la que favorece el éxito.
Según datos del ministerio, desde el 1 de enero hasta el 20 de septiembre se produjeron casi 6.800 incendios forestales en nuestro país, la mayoría en los meses estivales, que coinciden con el período de mayor riesgo. De ellos, 17 han sido grandes incendios. En total, se han visto afectadas casi 62.000 hectáreas forestales, una cifra, sin embargo, inferior a la media de los diez últimos años, de casi 77.000 hectáreas.
Solo en la campaña de riesgo alto de incendios forestales que acabamos de finalizar, han participado 277 medios aéreos, dependientes del ministerio o contratados por las comunidades autónomas. Como viene sucediendo campaña tras campaña, los medios aéreos han participado en las labores de extinción del 70% de los incendios forestales que se han producido en España, un porcentaje que aumenta si nos centramos únicamente en los meses de mayor riesgo.
El papel de los medios aéreos es, pues, decididamente crucial en la extinción y contención de incendios forestales, sobre todo en lugares remotos o en zonas cuya orografía las hace más inaccesibles para los medios terrestres. Su incorporación a mediados de los años 60, revolucionó los métodos de extinción basados en su acometida por tierra. Por un lado, aportando una visión del incendio desde el aire en tiempo real que permite gestionar mejor el incendio y, por otro, reduciendo considerablemente los tiempos hasta la intervención, mejorando significativamente la tasa de éxito.
Dámaso Castejón es secretario general de de AECA & Helicópteros, asociación que representa la mayor parte de las compañías de trabajos aéreos de España que acometen servicios de extinción de incendios
