Si observamos fotos antiguas de nuestro territorio rural y las comparamos con los paisajes actuales constataremos un cambio radical: gran parte de las tierras de cultivo y pastizales han sido ocupadas por bosques y matorral. Este proceso es más intenso en las zonas de orografía montañosa, tan habituales en nuestra geografía, y menos en las llanuras interiores o costeras, más interesantes para la agricultura moderna o los usos urbanos, industriales y vías de comunicación. Esto comporta una exacerbación de la polarización territorial, que es la base de la despoblación rural.
¿Es un proceso excepcional circunscrito a nuestro país? En absoluto. Todo el Mediterráneo norte, desde la Península Ibérica hasta Turquía, y extensas zonas de la Asia más montañosa han experimentado un colapso similar en la agricultura extensiva y la consiguiente colonización forestal de extensas áreas. Un proceso de crecimiento de la superficie forestal reforzado en muchos casos por las repoblaciones en países como China.
Entre 1970 y 2015 en España hemos pasado de 11,8 millones de hectáreas a 18,5 millones de hectáreas de bosques, situándonos entre los países con mayor cobertura de la UE, si excluimos aquellos que por su orografía (Eslovaquia, Eslovenia, Austria) o clima (Suecia, Finlandia) disponen de poca superficie apropiada para la agricultura.


«Todo el Mediterráneo norte, desde la Península Ibérica hasta Turquía, ha experimentado un colapso en la agricultura extensiva y la consiguiente colonización forestal de extensas áreas»
En una investigación de la Politécnica de Valencia publicada en la revista Land Use Policy hemos analizado la evolución de los usos del suelo y, especialmente de la cubierta forestal, en un territorio representativo del Mediterráneo, como es la provincia de Castellón. Nos hemos basado en las fotografías aéreas del vuelo americano de 1957, primera serie con suficiente calidad que cubre todo el territorio español, y en especial la serie B, realizada en Castellón entre julio y agosto de 1957.
Exactamente 50 años después, entre julio-y agosto de 2007, se realizó por parte del Plan Nacional de Ortofotografía Aérea un recorrido similar que nos ofrece un interesantísimo contraste con la suficiente escala y perspectiva para observar la evolución de las coberturas forestales.
El período que abarcan estos fotogramas permite abordar un momento clave, en el cual se han producido las mayores transformaciones socioeconómicas y territoriales en España. Los sociólogos lo denominan “éxodo rural” español, el más intenso y definitivo de la historia, que ha supuesto el vaciado demográfico de amplias zonas rurales en zonas de montaña y del interior.
«Entre 1970 y 2015 en España hemos pasado de 11,8 millones de hectáreas a 18,5 millones de hectáreas de bosques»
En este estudio se ha implementado una metodología de análisis del territorio por muestreo, a partir de 6.654 parcelas de una hectárea, distribuidas sistemáticamente y que suponen un esfuerzo de muestreo del 1% del espacio, con unos resultados excelentes desde el punto de vista del error cometido, que siempre está por debajo del 5% para las coberturas forestales. Los principales resultados muestran un derrumbe sin precedentes de la superficie cultivada desde el 44% en 1957 al 20% de 2007.
Además, cabe recordar que la superficie cultivada ya había retrocedido considerablemente con anterioridad, como ponen de manifiesto el 8% de terrenos agrícolas abandonados en 1957. El hecho de que en 2007 hubiese un 21% de terrenos agrícolas abandonados demuestra que el proceso, lejos de estar concluyendo, aún tiene recorrido, dado que se ha constatado que la colonización forestal de los terrenos agrícolas abandonados es un proceso lento pero inexorable.


Los terrenos forestales han pasado del 47% al 54% de ocupación territorial y dentro de ellos, los que más han subido han sido los bosques arbolados, que han doblado su presencia en 50 años, pasando del 12% al 21%. Los roquedos, espacios abiertos y pastizales han disminuido del 30% al 25% y el matorral, que ocupaba solo un 5%, aumenta al 8%.
Los bosques arbolados aumentan en un doble proceso, a costa de los terrenos agrícolas abandonados (silvogénesis externa) y de los espacios abiertos y pastizales (densificación interna) mientras que la superficie ocupada por el matorral es muy estable y no muestra pérdidas o ganancias respecto al bosque arbolado, lo cual contradice algunas teorías de sucesión forestal tradicionalmente aceptadas.
Aunque los incendios forestales han sido cada vez más catastróficos, apenas se observan pérdidas de bosques a esta escala, en comparación con las ganancias. Probablemente porque en este período se han observado pocos incendios reiterados, y por las características de la especie principal, el pino carrasco (Pinus halepensis), cuyas piñas resisten el fuego abriéndose tras su paso. Los procesos de silvogénesis, o recuperación del bosque, son más intensos en el interior, especialmente en las zonas montañosas, si bien se lentifican en las más frías y altas.
Resulta previsible que este proceso dure algún decenio más, tanto por las tierras agrícolas marginales aún en cultivo (5%-10%) como, sobre todo, por las ya abandonadas (21%), así como por la progresiva ocupación de una significativa parte de los roquedos. Así, a lo largo de este siglo se podría llegar a un 50% o 55% de bosques, más el matorral (10%).
«La alta eficacia en los servicios de extinción favorece la acumulación de combustible y con ello los grandes incendios»
Por tanto, si la tendencia se mantiene, estaríamos hablando de una cobertura arbórea o arbustiva del 75% del territorio, que llegaría a 80%-90% en las comarcas de mayor relieve (Alto Mijares, Alcalatén, Alt Maestrat), generando paisajes extremadamente peligrosos en términos de potencial de mega-incendios, por la continuidad de combustible.
Este hecho es exacerbado por el cambio climático y los efectivos de extinción disponibles no pueden estar dimensionados para afrontar estas emergencias. Su elevada eficiencia los puede llevar a convertir incluso en un boomerang en el marco de la conocida “paradoja de la extinción”, por la que la alta eficacia en los servicios de extinción favorece la acumulación de combustible y con ello los grandes incendios.
En un contexto en el que amplias zonas de territorio se encuentran con densidades de población consideradas desertificadas, nos enfrentamos con el reto de la desvertebración territorial, junto con la necesidad de responder a emergencias y de gestionar los recursos naturales renovables.


«Los cultivos alternativos y la ganadería extensiva, usados como cortafuegos en lugares estratégicos, deberían ser prioritarias en la nueva PAC»
¿Cuáles serían las respuestas requeridas? En primer lugar, apostar por la gestión forestal de todos los bosques, acelerando su maduración mediante eliminación selectiva de la vegetación (claras y resalveos) para reducir las densidades y elevar las copas de los árboles para impedir que el fuego las alcance y se transmita a través de ellas.
Para ello resulta clave promover la demanda de proximidad de biomasa, invertir en infraestructura fina en el monte para asegurar el acceso, simplificar la gestión administrativa que afecta a la gestión forestal y abordar con visión de futuro el minifundio. Igualmente deben mantenerse en cultivo todas las tierras que actualmente lo estén, y las abandonadas en el pasado que resulten estratégicas como cortafuegos, apostando por cultivos alternativos como las plantaciones truferas, frutales tardíos o viñas, además de recuperar la ganadería extensiva. Este tipo de actividades (cultivos y ganadería como cortafuegos) en lugares estratégicos, deberían ser prioritarias en la nueva PAC.
La recuperación de antiguos cultivos debería flexibilizarse legalmente en zonas de alta cubertura forestal. Debe superarse, además, la traslación de problemas de otras zonas del mundo a nuestras condiciones. Porque la deforestación en otras zonas, como los trópicos, como aquí la hubo en el pasado, no significa que sea un reto actual en nuestras condiciones. Al contrario, resulta contraproducente la creciente tendencia a generalizar tanto el diagnóstico como su tratamiento, que debe ajustarse a las condiciones del momento en cada lugar.
Eduardo Rojas Briales es decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes y presidente de PEFC-Internacional
Rafael Delgado Artés es presidente de la Plataforma Forestal Valenciana.
Ambos son profesores de la Universidad Politécnica de Valencia
