La automoción, un sector clave para la industria nacional con peso del 11,2% del PIB y que emplea a 2,5 millones de personas, afronta con una lógica preocupación el futuro. Además de ver como sus fábricas han estado paradas durante semanas, las perspectivas negativas de la economía hacen que las previsiones para este sector no sean nada halagüeñas. Ya se han podido ver los primeros efectos de la crisis sanitaria en el sector con los datos de matriculaciones del mes de marzo, tan sólo se matricularon 37.644 vehículos, frente a los 122.659 de marzo de 2019, lo que supone una caída del 69,3%. Abril, sin duda, será todavía peor debido al cierre de los concesionarios y al confinamiento total de la población, que también afectó a las fábricas de automóviles de nuestro país al no considerarse como esenciales.
Como la práctica totalidad de los sectores de la economía, el sector del automóvil se enfrenta a un escenario francamente complicado con diversos retos. El primero de ellos es la implementación de medidas de prevención del contagio en las diferentes áreas de las empresas de automoción. Si bien en las oficinas es más sencillo implementar el teletrabajo, en los centros de producción es más complicado.
En este sentido, las empresas de automoción tendrán que realizar un verdadero esfuerzo en reorganizar su actividad productiva para poder cumplir con las recomendaciones sanitarias vigentes, especialmente con el distanciamiento entre los trabajadores. Por ello, la tecnología puede jugar un papel clave: Ford, por ejemplo, ya ha probado pulseras que vibran cuando no se cumple la distancia mínima de seguridad, mientras que otras grandes superficies como por ejemplo IFEMA ha instalado dispositivos de medición de temperatura a través de cámaras, mandado una alerta en caso de superar un cierto umbral. Así pues, la primera misión de las empresas de automoción pasará por garantizar la seguridad de sus trabajadores frente al coronavirus, siendo un elemento clave la tecnología.
Una consecuencia directa de la crisis del coronavirus va a ser la revisión de las políticas de deslocalización de la producción de componentes de automoción. Si bien es cierto que la globalización ha proporcionado múltiples beneficios a las empresas de automoción debido principalmente al ahorro en costes, esta crisis ha demostrado que existen riesgos que pueden poner en jaque a la industria en caso de desastres naturales, pandemias, etc. No hay más que examinar como afectó el coronavirus a la fabricación de componentes y suministros del automóvil durante los primeros meses del año, con la totalidad de fábricas de la provincia de Hubei cerradas, que provocaron la escasez de recambios de algunas marcas de automóviles. Este proceso de relocalización puede ser beneficioso para las fábricas nacionales, que gozan de una mano de obra cualificada y con experiencia, por lo que es el momento de empezar a poner en valor las cualidades de nuestro país para poder optar a la relocalización de fábricas de piezas del automóvil situadas actualmente en el extranjero, sobre todo en China. Este se convierte en un objetivo prioritario para nuestra industria automovilística post-COVID.
Otro reto al que se enfrenta el sector del automóvil es al cierre de los concesionarios, que se prolonga desde la publicación del Real Decreto que activó el estado de alarma. Con la población confinada en sus domicilios y los concesionarios cerrados, las empresas de automoción pierden su gran baza comercial, dado que la compra online de vehículos todavía no goza de la presencia que tiene en otros sectores. Por ello, las marcas de automóviles, si bien han realizado un esfuerzo bastante intenso en el diseño de sus páginas web para ofrecer al cliente todos los detalles sobre sus vehículos, con simulaciones 3D de sus vehículos configurables según los gustos del usuario incluidas, todavía no han logrado sustituir la venta presencial de vehículos.
Con esta característica propia de nuestro país, resulta evidente que, pese a que se intenten potenciar las ventas a través de canales online, muchos de los posibles compradores aplazarán su decisión hasta que puedan ver en vivo y en directo su coche futurible en un concesionario, pero las compañías automovilísticas pueden ofrecer, a través de su página web, un asesoramiento personalizado a través de comerciales conectados en remoto, para que en los meses venideros estas posibles compras acaben materializándose. También es importante la atención a los clientes actuales de la marca, conviene que se realicen interacciones con ellos a través de correos electrónicos, redes sociales, etc., en el que se indiquen consejos para el mantenimiento de los automóviles, opciones de reparación en centros oficiales en caso de averías, etc., para lograr de este modo que el cliente actual sienta que la marca sigue preocupándose por él incluso en estos momentos críticos y se consiga fidelizarlos.
Pese a que la producción de vehículos se ha detenido tras el parón obligatorio provocado por el COVID, existe un stock de vehículos sin vender considerable que las marcas tendrán que vender. En este sentido, las marcas deben ofrecer unas condiciones de compra más favorables para este tipo de vehículos para poder deshacerse del stock que actualmente tienen, por lo que será muy importante la labor de sus financieras, que deberán ofrecer soluciones de financiación más ventajosas para los potenciales compradores y estimulen de este modo la adquisición de automóviles. También deben reforzarse los vínculos con empresas compradoras de grandes flotas, como empresas de alquiler de vehículos o de renting, que pueden dar salida a un buen número de vehículos cuando esta crisis finalice, ofreciendo para este tipo de clientes unas condiciones de compra aún más beneficiosas de las que existían antes del estallido de la crisis sanitaria.
Por último, viendo la importancia que todavía tienen los vehículos de combustión interna en la industria nacional (el 91% de los vehículos fabricados en nuestro país son de este tipo) y el posible impacto negativo en la caída de ventas de automóviles por la crisis económica que se avecina, se hace todavía más necesario que antes una politica activa por parte del Gobierno que permita avanzar en la transición ecológica también desde la producción. El bajo precio actual de los combustibles como consecuencia directa de la crisis sanitaria y del conflicto Rusia-OPEP aparece como una barrera, en este sentido, sería recomendable ampliar significativamente el vigente Plan Renove, que actualmente cuenta con 200 millones de euros para la adquisición de nuevos vehículos, vinculándolo más a los vehículos no contaminantes, o estableciendo otro tipo de ayudas nuevas, tanto con el objetivo de estimular la demanda, como mejorar la situación de la industria automovilística nacional y permitir el desarrollo en España de vehículos eléctricos o con otras tecnologías medioambientalmente sostenibles.
En definitiva, la industria del automóvil debe afrontar el reto generado por el COVID rediseñando su sistema productivo, adecuándolo a las instrucciones sanitarias, ayudándose para ello de las tecnologías actualmente existentes. La crisis también supone una oportunidad para la industria española, dado que al contar con experiencia y mano de obra cualificada es un destino que debe saber venderse bien para poder optar a ser destino de las relocalizaciones que se prevén tras la crisis.
Para tratar de solucionar el problema del stock de automóviles existente y, ante las características del comprador español, las marcas y concesionarios deben brindar asesoramiento online para tratar de materializar ventas a partir del momento en que los concesionarios puedan abrir sus puertas, además de plantear nuevas ofertas y reforzar los vínculos con grandes compradores de flotas. Por último, es necesario un esfuerzo por parte de las entidades gubernamentales para fomentar la implantación de nuevos modelos dentro de la senda de la transición ecológica, poniendo en marcha una ampliación de las ayudas para renovar vehículos a través del Plan Renove o de otro tipo de ayudas nuevas que miren al futuro de nuestra industria del automovil.