Poderoso Caballero es Don Dinero - EL ÁGORA DIARIO

Poderoso Caballero es Don Dinero

El poderío económico chino la ha convertido en la gran potencia mundial, pero su régimen de gobierno político no respeta las libertades individuales y su política internacional carece de transparencia. La gestión de la crisis del coronavirus que ha llevado a cabo la ha puesto más que nunca en el punto de mira


Farshad Arjomandi Consultor y coach de organizaciones. Director de Cuántica Consulting


Cuando Francisco de Quevedo escribió a principios del siglo XVII su letrilla Don Dinero, quizás lo hiciera sin saber que su sátira sería superada por la realidad tres siglos más tarde.

El próximo 4 de junio se cumplirá 31 años de la masacre de la plaza de Tiananmen. Para los más jóvenes, recordaré que entre abril y junio del año 1989 un movimiento de protesta, encabezado por estudiantes, se manifestó para denunciar la cruel represión de su gobierno, así como la corrupción reinante en el Partido Comunista. La respuesta a esas protestas por parte de las autoridades fue tremendamente dura y expeditiva.

El 20 de mayo el gobierno decretó una ley marcial y el 3 de junio mandó al ejercito a que disolviera las protestas que se habían concentrado en la plaza de Tiananmen de Pekín. El ejército no se recató y abrió fuego sobre la población civil. No se sabe muy bien cuántas personas perdieron la vida en esos luctuosos sucesos. Se calcula que varios centenares, tal vez miles, murieron a manos de su propio ejército.

Histórica imagen con la que el fotógrafo Charlie Cole ganó el World Press Photo al retratar la revuelta de la plaza de Tiananmen en China en 1989. | Crédito: Charlie Cole

El símbolo de aquel acontecimiento fue la imagen de un hombre que con dos bolsas en cada una de sus manos se puso delante de una columna de tanques para impedir su avance. Las imágenes del anónimo joven recorrieron el mundo y simbolizaron el movimiento democrático de China. Al día siguiente, todos pudimos ver esas escenas a través de nuestros televisores.

«El símbolo de Tiananmen fue la imagen de un hombre que con dos bolsas en cada una de las manos se puso delante de una columna de tanques para impedir su avance»

En aquel entonces yo era un joven universitario y debo confesar que aquella filmación me puso los pelos de punta. Nueve años más tarde, la revista Time incluyó al llamado “hombre del tanque” entre su lista de las 100 personas más influyentes del siglo XX.

Ante estos hechos, la comunidad internacional reaccionó de forma desigual, dispersa y, en líneas generales, tibia. Sería largo exponer aquí los detalles de esas actuaciones. Basta decir que se diluyeron bajo la consigna de “no injerencia” (principio que viene aplicándose de forma arbitraria según los intereses momentáneos de los países más poderosos del planeta). Lo único que queda de aquellas protestas internacionales son sendos embargos de EEUU y la UE impuestos a China, por los que dejaron de exportar armas al país asiático.

Hoy China es una de las naciones más pujantes del planeta. Sigue gobernada por la mano de hierro del partido único y es temida, ya no sólo porque es una potencia nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, sino porque posee un arma aún mucho más potente: su economía. ¡Poderoso caballero es Don Dinero!

La economía china ha venido creciendo en los últimos 20 años un promedio del 9%, cuando en ese mismo período la economía mundial creció un 2,9%. De este modo, el gigante asiático —de forma totalmente imprevisible— se ha convertido en el segundo país más rico del planeta y en la locomotora del crecimiento mundial. La hazaña económica china es realmente sobresaliente.

«La economía china ha venido creciendo en los últimos 20 años un promedio del 9%, cuando en ese mismo período la economía mundial creció un 2,9%»

En los últimos meses, China está pasando por serios apuros. Tras sufrir los primeros embates del Covid-19, está ahora bajo el escrutinio de un importante número de países —liderados por Australia—, que le están pidiendo cuentas sobre el origen y la supuesta falta de transparencia en la gestión de la información en torno a la pandemia. Incluso el habitual compañero de Pekín en sus pugnas geopolíticas y comerciales con Occidente, Rusia, ha decidido sumarse a esta iniciativa. Las ramificaciones de estas pesquisas han alcanzado a la propia OMS; un claroscuro todavía por dilucidarse.

Ahora, los países occidentales, que hemos sufrido como ningún otro hasta la fecha los efectos del coronavirus, estamos demostrando nuestra indignación con respecto a las políticas de China. Ahora sí que nos han tocado la fibra sensible las supuestas prácticas poco éticas de Pekín.

«No se puede construir el futuro sin vérselas con la historia»

La historia ha demostrado con demasiada tozudez que cuando las injusticias se pasan por alto por mor de intereses materiales, o por falta de coraje, las heridas no quedan restañadas y la prueba moral surge nuevamente. No se puede construir el futuro sin vérselas con la historia.

La lista de violaciones de los derechos humanos cometidas por China es amplia. Su falta de un verdadero compromiso en la resolución de los problemas ambientales, siendo uno de sus principales creadores, es otro ejemplo de su displicencia hacia los intereses generales de la humanidad. Pasar por alto los excesos de un gobierno por su poderío económico y los intereses creados constituye una suerte de boomerang que puede volverse en contra, como estamos viendo en esta crisis sanitaria.

Estamos ante un cambio de era. El mundo avanza inexorablemente hacia una transformación de las relaciones internacionales. Este gran desafío exige al mismo tiempo cambios radicales en los planteamientos morales. Hay principios rectores que están por encima de cualquier consideración utilitarista. Uno de esos principios es la justicia. La justicia es una aspiración humana que no admite ser canjeada por poder y dinero.

«Estamos ante un cambio de era. El mundo avanza inexorablemente hacia una transformación de las relaciones internacionales»

Arnold Tonynbee señaló que cuando una civilización es incapaz de responder a los nuevos retos que se le plantean empieza a declinar y acaba colapsándose. No tengo nada en contra de China. ¡Se lo aseguro! Ni pienso que sea la única nación que deba resarcir las injusticias que ha cometido. Basta con mirar al sombrío catálogo de infamias cometidas por muchos estados para darse cuenta de ello.

China es una gran nación, de cuya cultura milenaria podemos esperar todavía grandes aportaciones. Sin embargo, creo que este caso constituye un excelente ejemplo para ilustrar las repercusiones que tiene mirar hacia el otro lado cuando somos testigos de graves injusticias. También nos demuestra que la interdependencia entre las naciones del mundo y sus ciudadanos es muchísimo mayor del que nos imaginamos. Necesitamos un nuevo liderazgo que esté a la altura de las exigencias de esta inédita etapa de los asuntos humanos.



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