La biodiversidad es uno de los principales pilares para defendernos de los efectos del cambio climático. Regula el clima, favorece que haya una mayor variedad de especies animales y vegetales y garantiza la seguridad alimentaria y mayores nutrientes. Al mismo tiempo, el calentamiento global constituye una amenaza para su conservación. Los episodios meteorológicos cada vez más extremos, como lluvias torrenciales o sequías severas, y las variaciones radicales de temperatura, con olas de calor o capítulos gélidos, constituyen un grave riesgo para su mantenimiento.
La solución pasa, en gran parte, por controlar las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que liberamos a la atmósfera. Y en un país como España, con una insolación de más de 3.000 horas al año, no aprovechar el capital solar para producir energía con una fuente limpia, autóctona y renovable como la fotovoltaica para desterrar por fin el uso de los combustibles fósiles, principales culpables de esas emisiones y, que, además, tenemos que importar, sería una auténtica irresponsabilidad.
No se entiende, por tanto, que una vez que está en marcha en nuestro país la implantación del Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC) comiencen a surgir voces, dentro incluso del mismo sector de las renovables, que planteen la posibilidad de que el despliegue de esta energía constituya un riesgo para nuestra biodiversidad y la supervivencia de la producción agraria y ganadera. En realidad, es todo lo contrario, ambos conceptos, fotovoltaica y biodiversidad, constituyen un binomio perfecto para la mitigación y adaptación al cambio climático.
«No aprovechar el capital solar en España sería una auténtica irresponsabilidad»
Puede ser que se hayan generado malos entendidos al correrse una falsa alarma de que se va a ‘alicatar’ el campo español de paneles fotovoltaicos. Nada más lejos de la realidad. Por un lado, hay que aclarar que una parte importante de los proyectos previstos en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) se llevará a cabo a través de autoconsumo o con la instalación de plantas en eriales. Por tanto, no se va a ‘colonizar’ el terreno calificado como para uso agrario.
Por otro lado, es necesario añadir, que la fotovoltaica y la actividad agrícola y ganadera son compatibles. Ya hay casos de éxito de actividad de pastoreo en parques. El ganado es un importante vector para la dispersión de semillas, lo que beneficia la biodiversidad vegetal en la instalación, una de nuestras metas. También hay experiencias de cultivos crecidos bajo paneles. Esta práctica, conocida como agrovoltaica, ofrece además al sector agrícola español la posibilidad de ganar resiliencia frente al cambio climático. Aumenta su rentabilidad, disminuye su factura energética y fija población. Desde UNEF apostamos por este tipo de soluciones, que permiten la compatibilidad de usos de terreno.


Por tanto, la cantidad no es el problema, sino la calidad, es decir el que estas plantas se instalen en los lugares adecuados. Tampoco el tamaño. En realidad, una instalación grande no tiene por qué tener más impacto ambiental que muchas plantas pequeñas. La verdad es que muchas instalaciones pequeñas tendrán un elevado impacto si están en una zona de alta biodiversidad, mientras que una gran instalación en un espacio desnaturalizado o sin gran valor ecológico tendrá un bajo impacto.
En cualquier caso, en nuestro país hay un sistema de autorización ambiental que evalúa caso por caso mediante estudios de impacto y medidas particulares, desautorizando los proyectos que pretenden ejecutarse en zonas de alto valor ecológico.
«Fotovoltaica y biodiversidad constituyen un binomio perfecto para la mitigación y adaptación al cambio climático»
Además de las distintas normativas que se han aprobado al respecto en cada Comunidad Autónoma, para mayor cuidado en la ubicación de las plantas si cabe, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) ha presentado recientemente una herramienta cartográfica para la implantación de proyectos renovables con mapas que presentan una zonificación del territorio teniendo en cuenta los valores ambientales de las distintas áreas.
Y es que la fotovoltaica trabaja por la biodiversidad. En UNEF hemos elaborado un informe con recomendaciones para que fotovoltaica y biodiversidad formen un verdadero tándem en la lucha contra el cambio climático. Por supuesto, la primera es no instalar plantas en ninguna zona que goce de algún tipo de protección natural o sea Patrimonio cultural y también la no utilización de hormigón o productos fitosanitarios.
La finalidad es que las plantas fotovoltaicas se conviertan durante los 30 o 40 años de su funcionamiento en una especie de ‘santuarios o reservas naturales’ y que cuando agoten su vida útil se desmantelen sin dejar rastro o incluso, con una mejora del entorno medioambiental de esos terrenos.
Para proteger la biodiversidad en los lugares donde se realicen las instalaciones y con especial incidencia en proteger las especies locales, recomendamos la implementación de medidas como la instalación de nidales, charcas y lagunas para anfibios abastecidos con bombeos alimentados por energía fotovoltaica, entre otras medidas, así como la extensión de los estudios de seguimiento de avifauna, que ya se realizan en las fases previas a la operación, a los primeros años de explotación.
Aconsejamos la instalación de muros vegetales para impedir el impacto visual. El vallado de las instalaciones deberá ser de tipo cinegético con un paso inferior, de forma que se permita el paso de aves y otros animales para asegurar la conectividad y la continuidad. El objetivo es evitar la fragmentación de los hábitats naturales de las especies locales.
En los casos de revegetación entre las medidas que recoge el informe está las de prestar especial atención a la utilización de plantas que favorezcan a los insectos polinizadores, contribuyendo a la conservación de las poblaciones de abejas con la instalación de paneles.
En suma, queremos que la huella de carbono de los parques fotovoltaicos sea cero. De cara a avanzar en esta meta, estamos trabajando en la creación de un certificado de sostenibilidad medioambiental para promotores. La idea es que compensen todas las emisiones que se generan durante todo el ciclo de vida de la instalación.
El sector fotovoltaico ha asumido su responsabilidad de hacer bien las cosas en términos de sostenibilidad.
