Los medios de comunicación se han hecho eco de la estigmatización de la ganadería desde el punto de vista medioambiental que tiene su origen en 2006, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó un estudio titulado La larga sombra del ganado: problemas ambientales y opciones.
En este informe se publicó que la ganadería producía un asombroso 18% de los gases de efecto invernadero en todo el planeta y como consecuencia, el informe publicado por la FAO llegó a la sorprendente, incoherente y muy injusta conclusión de que el ganado hacía más daño al clima que todos los tipos de transporte juntos.
Más allá de las manifestaciones y las medidas de seguridad vividas estos días en Madrid, una de las consecuencias de esta COP25 es que los medios se han inundado de noticias sobre el cambio climático entre los que no han faltado llamativos y apocalípticos titulares sobre el consumo de carne en el mundo, buscando la notoriedad del titular sobre el rigor de la información y por supuesto, sin contrastar la misma con todas las partes implicadas.
Por suerte, algunos periodistas han empleado el sentido común y acudido a fuentes de reconocido prestigio y solvencia que, afortunadamente, participaban en la Cumbre y que han ayudado a poner un poco de luz en todo lo que tiene que ver con la producción de carne a nivel mundial. Pero, sobre todo, y mucho más importante para nuestro país, han puesto de relieve las diferencias de nuestro sistema productivo con el resto.
No debemos globalizar las medidas contra el cambio climático sino buscar soluciones a medida
Me gustaría señalar especialmente la importancia de no meter a todos en el mismo saco y me explico. Más de la mitad de nuestro territorio nacional es superficie forestal, lo que nos sitúa en este sentido a la cabeza de Europa con un crecimiento entre 1990 y 2005 de 4,4 millones más de hectáreas, lo que supuso en dicho periodo más del 40% del crecimiento forestal en Europa, según el séptimo Informe Anual del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE).
A diferencia de los bosques europeos, que por su abundante pluviometría son rentables gracias a la madera y otros subproductos, nuestros bosques o, mejor dicho, montes mediterráneos son semiáridos y poco productivos. Sin embargo juegan un papel ecológico fundamental para nuestro futuro y para evitar la desertización, ya que son favorecedores del ciclo del agua, evitan la erosión etc.
En este trascendental punto, el vacuno de carne es una pieza absolutamente clave en la subsistencia del entorno, y por lo tanto en la nuestra propia, medioambientalmente hablando, y no es baladí el papel que juega: así, en el caso de áreas sujetas a climas áridos o semiáridos, es la ganadería quien contribuye de manera eficaz a incrementar la materia orgánica y a conservar la cubierta vegetal de los suelos más pobres; pero es también la ganadería la que permite aprovechar y mantener ecosistemas de enorme valor ecológico y ambiental como pueden ser las dehesas y los pastos; la que aprovecha enormes superficies como son los barbechos, rastrojos, pastizales de montaña y eriales, extendidos por amplias regiones de la Península Ibérica, y a las que difícilmente podría sacárseles otro provecho; y es quien, con el ramoneo, nos facilita un arma eficaz para el control de la proliferación arbustiva y la prevención de incendios.
Huella hídrica
Por otro lado, los detractores del consumo de carne también argumentan que la producción de carne tiene una elevada huella hídrica pero no tienen en cuenta algo realmente fundamental y es que la huella hídrica total de un individuo o de una comunidad ha de tener en consideración tres componentes: agua verde, agua azul y agua gris. No diferenciar esto supone un nuevo agravio comparativo y una verdadera injusticia.
Por lo tanto, por favor, que no engañen ni manipulen: El consumo de agua por animal está perfectamente medido en los animales alojados en las explotaciones. Así, en las fases iniciales del cebo, un ternero consume en torno a 16,5 l/día, mientras que en la fase final del engorde puede llegar a 23 l/día. En el caso de las vacas, dependiendo de su estado fisiológico, las necesidades oscilan entre 45 y 65 l/día.
Mensajes confusos lanzados al consumidor
En este punto, decir que para combatir el cambio climático una de las primeras medidas es la de disminuir el consumo de carne o directamente eliminarlo es absolutamente tremendista, injusto y peligroso para la salud dicho de manera globalizada. Cada país tiene sus peculiaridades y esto debe ser tenido en cuenta.
Un sector comprometido que mira al futuro
El sector del vacuno español lleva años adaptándose para minimizar el impacto medioambiental por lo que, en lo que a la producción de carne de vacuno en España se refiere, somos uno de los cuatro países promotores del proyecto LIFE BEEF CARBON que tiene como objetivo mejorar las emisiones de gases de efecto invernadero. Para ello, nuestros productores están trabajando e invirtiendo en identificar, demostrar y difundir buenas prácticas innovadoras en nuestras granjas para reducir significativamente la huella de carbono del vacuno en un 15% de aquí a 2025 (un compromiso más que ambicioso que estamos dispuestos a cumplir).
Y esto es solo el principio. El sector vacuno de carne esta comprometido a seguir avanzando porque, a diferencia de otros sectores industriales, debemos y, sobre todo, podemos contribuir a ser una de las soluciones del problema de un mundo con una población en constante crecimiento. Tomando como propio el eslogan de la COP25, “Es tiempo de actuar” como hace el sector de la carne de vacuno y lo seguirá haciendo de forma continua.