En las últimas semanas, el Prof. Ramón Tamames ha hecho una exposición de la actual agricultura española, con sus avances y problemas; siempre en relación con la Unión Europea y la PAC. Hoy redondeamos las tres entregas de ese artículo, con un trabajo muy reciente del Prof. Jaime Lamo de Espinosa, Director de AgroNegocios; publicado con ocasión del vigésimo aniversario de dicha revista, referencia sobre la agricultura en España. Le agradecemos mucho a Don Jaime su generosa contribución a El Ágora, poniendo así broche de oro al repaso que hemos hecho de un sector vital y estratégico para la economía española, como se ha puesto en evidencia a lo largo del confinamiento de la pandemia todavía en curso.
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Una experiencia bien reciente y elocuente
El Covid-19, el coronavirus, nos ha permitido demostrar la fortaleza de la cadena alimentaria de valor que se movilizó desde la primera alarma hasta ahora, y ha mantenido en comercios y hogares, por compra directa u online, las cocinas llenas. Hasta los propios Reyes lo reconocieron visitando Mercamadrid a final de mayo pasado. Y pusieron en valor ese primer eslabón de la cadena que es la agricultura, la ganadería y la pesca –el sector FAO— que son los grandes proveedores de Mercamadrid.
Nuestros agricultores estuvieron, no obstante, en tractoradas y protestas los meses anteriores a la alarma. Tenían razón porque los cambios habidos en todo han ido haciendo que pierdan cuotas de valor, que vendan muchas veces a pérdidas, que comprueben que sus agriculturas o ganaderías no son rentables… Y eso en medio de un mundo rural que se vaciaba lentamente antes, y muy rápidamente ahora, un mundo rural que toda España quiere conservar a toda costa, pero no lo logra.
Veinte años de PAC
Y es que en estos veinte años hemos pasado de una agricultura regulada por una PAC productivista, rentable y exportadora, a otra que nos ha cambiado porque los grandes paradigmas también lo han hecho. Comenzamos con la Agenda 2000 cuando se añadió el desarrollo rural para mejor reestructurar las explotaciones y los canales comerciales. Luego llegó la reforma de 2003 con las reglas del mercado y la condicionalidad para obtener las ayudas. Después, vinieron las ayudas desacopladas y el régimen de pago único. Hoy, vivimos bajo nuevos principios a los que hay que atender: la seguridad alimentaria, el cambio climático y la conservación del paisaje y del medio rural que se nos vacía.
Una PAC que consume una buena parte del presupuesto de la UE en un momento en que ésta debe abordar la solución a las diversas crisis y en medio de la gran polvareda del Covid-19, que hace peligrar la producción regular y saludable de alimentos en múltiples áreas del mundo en esta economía globalizada. Y así aparece “De la granja a la mesa” y “Biodiversidad 2030”… con escaso apoyo de sus principales actores.
Renta agraria, empleo y cultivos fundamentales
Entre 2000 y 2019 se ha multiplicado la renta agraria por 1,33 (euros constantes) y por 1,59 la renta agraria por unidad de trabajo anual (UTAs), que se han reducido una cuarta parte desde 1,1 millones a 895.000 unidades.
Se mantienen las superficies agrarias de cultivo con la distribución habitual, pero se ha incrementado, fuertemente, los regadíos, en casi un millón de hectáreas (hasta 3,8 millones), y se ha intensificado su uso, creciendo fuertemente los rendimientos. Se han obtenido cosechas impensables antes, en olivar y viñedo, sectores que han visto cambiar miles de hectáreas del secano al riego. Y con una significativa alteración de variedades cultivadas.
Somos el primer país de Europa en hectáreas regadas, el tercero del mundo en riego modernizado, el segundo perceptor de ayudas de la PAC y el sexto exportador agroalimentario mundial. Somos potencia mundial en la exportación hortofrutícola, en porcino (tercer mayor productor del mundo), en vitivinicultura (primer exportador en volumen) y en olivar (primer país del mundo en hectárea y volumen de producción).
Ocupamos en tecnología agraria una de las primeras posiciones del mundo medidas según la aplicación de inputs, y estamos ya en la “agricultura 3.0”. Y con una empresa de gran distribución ejemplar en el mundo por dimensión y buen hacer (Mercadona y otras). Y en el plano medioambiental, disponemos de la mayor superficie protegida de Europa y estamos en la primera posición en la Red Natura. A esa cadena de valor se ha añadido, en su final, la gastronomía, hoy reconocida en el mundo entero. No está mal para veinte años…
Veinte años que merecen la enhorabuena y agradecimiento a todos los que han hecho posible esta historia de dos décadas.
¿Y los próximos veinte años?
¿Alguien puede hacer un pronóstico sobre hacia dónde irá nuestra agricultura y ganadería, cuáles serán sus nuevos caminos, qué nuevas orientaciones aparecen en el horizonte más allá de la pandemia? ¿Cómo serán los negocios del sistema agroalimentario en esta nueva normalidad? Porque la pandemia del coronavirus tiene que ver con el mundo natural, con la pérdida de zonas forestales, con la fauna salvaje, con la biodiversidad y en tal sentido han aparecido voces que están lanzando un nuevo mensaje al mundo.
Vamos hacia un mundo nuevo y en él, seguro, hacia una agricultura nueva. ¿Cómo será? Imposible de determinar salvo con un adjetivo que ahora lo define todo. Será “verde”. Todo ahora es verde… y todo se inspira en lo que rodea holísticamente a ese nuevo concepto.
Es evidente que partiremos de la trazabilidad que nos permite acercar el consumidor al agricultor. A ello le seguirán drones, IoT, big data, blockchain e inteligencia artificial para una agricultura de precisión más saludable, sostenible y eficiente. Otros negocios no agrarios para hacer una nueva agricultura.
El consumidor se preocupará cada vez más por los aspectos de salud y sanitarios de su alimentación por lo que demandará más información sobre el origen, variedades, semillas, forma de cultivo, huella de carbono, uso responsable del agua… Para mejorar esta información la trazabilidad del producto de origen a destino será clave.
Gracias a sensores y tecnología blockchain el consumidor podrá disponer de toda la información sobre el producto, su lugar de origen, fecha de recolección, lugares por donde ha pasado y cuánto tiempo, propiedades nutricionales… También gracias a estas tecnologías, ante cualquier alerta sanitaria, será mucho más fácil y rápido identificar el problema y acotarlo.
En un entorno de venta cada vez más digitalizado, cobran más importancia las relaciones personales a través de las redes y será posible para el consumidor un contacto digital más próximo con el producto. Los productores tendrán que poner en valor su producto concreto y marca personal para establecer vínculos de confianza con el consumidor.
La trazabilidad también aportará información muy valiosa para la sostenibilidad del planeta, con parámetros como el consumo de energía, agua y kilómetros recorridos con su huella de CO2 estarán disponibles y podrán ser valorados para una compra más informada. Y de forma agregada gracias al big data permitirán tomar decisiones para conseguir una cadena más justa y más sostenible.
En definitiva, una mayor concienciación al consumo energético y la contaminación harán que se incremente el consumo de productos de temporada, y los “canales cortes” de comercialización tradicionales junto con las nuevas tecnologías, harán que sea más directo el viaje del producto al consumidor.
Habrá una “optimización de rutas” de distribución y sistemas de seguimiento a nivel de producto harán que se reduzca el tiempo entre recolección y consumo y los costes logísticos y de manipulación y también las pérdidas de producto o desperdicio alimentario de toda la cadena. Los drones jugarán un papel importante en la distribución de la última milla, permitiendo reducir costes y contaminación. Los sistemas de optimización de rutas de reparto, con la geolocalización del cliente en tiempo real, permitirán conseguir una mayor eficiencia y efectividad en la entrega de productos perecederos.
La impresión 3D nos facilitará la elaboración de nuevos platos saludables que son más fáciles y eficientes de transportar. Se deconstruyen los productos y deshidratan en origen para minimizar su volumen y peso y en el momento del consumo se les vuelve a dar forma para su consumo.
Demografía, dietas y nuevas tecnologías
El incremento de la población mundial nos llevará a una mayor necesidad de alimentos básicos que deberá ser compatible con un menor uso de agua y contaminación. La tecnología nos permitirá producir más y mejor, más con menos, para atender a la necesidad de forma saludable y sostenible.
También será necesario el cambio de hábitos alimenticios y concienciación de los países desarrollados. Nacerán nuevas formas de agricultura que aprovechen nuevos espacios como mares y desiertos, pero también la ciudad para productos muy frescos de proximidad con poco volumen y peso.
La topografía, con drones y big data, permitirá analizar de forma más precisa el suelo, sol, agua… en la selección de semillas y tipo de cultivos por parcela para una agricultura más precisa. La reducción de costes de sensores y avances en software de gestión de IoT (Internet of Things) junto con la inteligencia artificial permitirán aplicar telemáticamente y ajustar micrométricamente fertilizantes, productos fitosanitarios y agua mejorando la calidad y eficiencia de los productos que serán cosechados de forma mecánica, sin duda.
Habrá grandes innovaciones genéticas, y el big data permitirá previsiones meteorológicas a nivel más local y la inteligencia artificial tomar decisiones automatizadas de riego para el ahorro de agua. La agricultura extensiva, que se ha desarrollado durante el último siglo, evolucionará hacia a una agricultura de precisión más eficiente y sostenible. Y como se ve surgirán más y más negocios vinculados a estos cambios. Y todo ello convivirá con una nueva PAC, nuevas políticas agrarias, más verdes, más bioclimáticas, más presididas por nuevos paradigmas bajo los que se construirán las futuras agriculturas.
Esos paradigmas serán, por lo menos, los siguientes: ecosistemas sanos, protección de la bio- diversidad, economía circular, tecnología digital, nutrición, armonía con la naturaleza, paisajismo, desarrollo sostenible, monitorización de flora y fauna, drones, regadíos climáticos, cambio climático, transformación de residuos biodegradables, aprovechamiento integral de los alimentos, no desperdicios, regeneración de aguas, revertir la pérdida de biodiversidad, patrimonio natural, uso sostenible de los recursos naturales, reconstrucción verde…
Final
Todo lo expuesto hasta aquí no nos permitirá olvidar al menos otras metas u objetivos:
- La seguridad alimentaria mundial: debe haber alimentos para todos.
- La eficiencia máxima en el uso de los recursos naturales, agua y tierra. Hay que conservarlos.
- Mantenimiento del medio rural. Hay que evitar su abandono, la despoblació
- Dignificación de la profesión. Los agricultores y ganaderos son una profesión de gran dignidad y aprecio. Nos son necesarios.
Y sobre todo, no podremos olvidar que la agricultura siempre estará ahí. Va unida a la aventura humana desde que el pastoreo dio paso al cultivo y a la fijación de la población. Sine agricultura nihil, decimos los agrónomos. Y así seguirá siendo.