Más de millón y medio de personas mueren anualmente como consecuencia de enfermedades diarreicas, cuyo origen principal es la ausencia de de instalaciones adecuadas de suministro de agua potable o saneamiento. Es una pandemia mundial que se repite todos los años.
Las tuberías de distribución de agua en Estados Unidos tienen una antigüedad media superior a 50 años. El período medio de reposición de estas mismas tuberías en España, es de más de 160 años.
Sin el regadío, la producción agrícola mundial sería absolutamente incapaz de alimentar a la población.
«El mundo entero tiene una inmensa tarea asociada a las infraestructuras hidráulicas y a la optimización de su gestión»
La única forma eficaz a gran escala de compensar las fluctuaciones naturales de la disponibilidad de luz solar o viento con una energía no generadora de gases de efecto invernadero es la energía hidroeléctrica, incluyendo el bombeo reversible.
Si nos comemos un kilo de ternera nos estaremos bebiendo los 13.000 litros de agua que han hecho falta para producirlo.
En síntesis, tenemos por delante, en el mundo entero, una inmensa tarea asociada a las infraestructuras hidráulicas de todo tipo y a la optimización de su gestión.
¿Quién está en mejores condiciones para afrontar este reto? No cabe la menor duda, los países desarrollados con experiencia y tradición en la gestión política, económica, jurídica y social de un recurso escaso. Se cuentan con los dedos de una mano y nos sobra alguno. Evidentemente, España está en el podio. Somos capaces de almacenar más del 50 % de nuestro recurso superficial. Hemos basado gran parte de nuestro desarrollo en el regadío. Hemos inventado y puesto en práctica en primer lugar el concepto de gestión integral por cuenca y hemos creado la agencia de cuenca más antigua del mundo.
Pero ahora viene la gran pregunta. ¿Estamos aprovechando esta ventaja? Yo diría que no en la medida en que sería posible. Es necesario plantearse un debate serio sobre las razones y tomar medidas para corregir el rumbo.
«España está en el podio de la experiencia y la gestión del agua pero no está aprovechando esa ventaja. No promocionamos nuestros logros en materia de agua»
Cualquiera de nosotros puede describir como desayuna un estadounidense o la forma en que lleva los niños al colegio. Estados Unidos, a través de sus políticas culturales, ha conseguido promocionar su tecnología y sus productos. Es una política palanca. Una línea de de trabajo no directamente relacionada con su objetivo final pero que favorece la exportación de sus productos y la influencia exterior de sus empresas. Además, subvenciona la I+D a través de sistemas más eficaces que la política de subvenciones directas, usando la compra innovadora por parte de la Administración. Con ello que se asegura de que el nuevo desarrollo será utilizado por alguien que lo necesita. Por último, pone por delante del desarrollo tecnológico, la comercialización de los resultados de este desarrollo.
En Europa en general, y en España en particular, no lo hacemos así. No promocionamos nuestros logros actuales y pasados en materia de agua. Decidimos las subvenciones a la I+D en función del criterio de funcionarios que nunca van a hacer uso del resultado que se obtenga, que quedan satisfechos una vez han conseguido canalizar los fondos de que disponen y que, desde luego, no han seleccionado los proyectos teniendo en cuenta las posibilidades y los planes de negocio futuros del que los solicita, con lo cual se convierten estos proyectos en actividades rentables en sí mismas con las que se financian directamente universidades, fundaciones y empresas y que, una vez terminadas, no reciben un adecuado impulso comercial. Solo en nuestro país se podría haber generalizado el refrán “El buen paño en el arca se vende” en un mundo que puede gastarse más en promocionar una película que en producirla.
Y unas preguntas finales. ¿Cuándo hay que aparecer frente a un cliente potencial que tiene una necesidad y quiere resolverla? Evidentemente, cuando piensa. No haremos nada si nos limitamos a estar cuando anuncia o cuando compra. Y, por otra parte, ¿a quién le corresponde la tarea de ayudar a pensar?
La respuesta: A las empresas de ingeniería con el apoyo decidido de la Administración.