"El activismo en el Amazonas puede radicalizarse en un futuro"

«El activismo en el Amazonas puede radicalizarse en un futuro»

Antonio Sánchez Gómez

Abogado y escritor

El escritor y jurista, que desarrolla su labor en la Amazonía ecuatoriana, debuta en la novela con una historia en la que se plantea lo que ocurriría si un grupo de activistas, desesperados ante la amenaza y el acoso, se plantearan entrar en la acción directa


Miguel Ángel Delgado
Madrid | 25 marzo, 2022

Tiempo de lectura: 6 min



Derrotero (Sigilo) es el debut literario de Antonio Sánchez Gómez, un jurista que ha trabajado en Lago Agrio, en la Amazonía ecuatoriana, junto a la Unión de Afectados por Texaco en la batalla jurídica para acabar con las actividades ilegales de las multinacionales petroleras, que están acabando con un entorno único y provocando graves daños a la población local. Su novela es una ficción que ilumina una realidad que muestra la complejidad de una lucha y un activismo que parecen siempre abocados a la desesperación.

PREGUNTA.- ¿Cómo surgió la idea de este libro?

RESPUESTA.- En 2018 estaba en Colombia. En aquel momento, hubo una manifestación, el velatón, que congregó a mucha gente con velas, y que gritaba los nombres de los activistas asesinados en la última semana. Conocí a muchos líderes comunitarios que estaban amenazados, tanto por paramilitares como por el ejército, y empecé a darle vueltas a una historia de luchadores ambientales acorralados.

«La movilización de la gente ralentizará el avance de la frontera extractiva en la Amazonía»

Al año siguiente, se produjo un paro nacional en Ecuador, y me pilló en Lago Agrio, en la Amazonía, donde estaba trabajando para la Unión de Afectados por Texaco. Quise aprovechar para ir por el país, pero no se podía, porque estaban las carreteras cortadas. Así que pensé que podía ser buena idea hacerlo por los ríos. Fui por el río Napo y sus afluentes hasta Iquitos, en Perú. Es un viaje muy largo, y tuve mucho tiempo para conocer la situación con los extractivismos en ese río. Así que recuperé esa idea de los defensores llevados a la acción directa.

P.- ¿A qué crees que se debe que esta historia no sea tan conocida?

R.- Porque nunca se ejecutó la sentencia. La Texaco fue condenada a pagar 9.000 millones de dólares, y hubiera sido mucho más trascendente si hubiésemos podido ver a qué se dedicaba tanto dinero. También pusimos una demanda para acabar con los mecheros que queman el gas de las bolsas de crudo. La ganamos, pero tampoco se está ejecutando. Las sentencias se conocen cuando se aplican, y los medios no les prestan atención porque están ya saturados de condenas que se quedan en papel mojado.

activismo amazonas
Antonio Sánchez Gómez.

P.- El cuarteto protagonista, ¿está inspirado en personas reales?

R.- Todo lo que cuento es ficción, pero sí. Oriana, la boliviana, toma su nombre de una amiga mía, y Bruno también está construido a partir de otro amigo brasileño. Lucindo, el cofán, se inspira en un señor que trabajaba en la organización, y lo mismo pasa con el protagonista.

P.- De hecho, son más bien una excusa para mostrar las distintas perspectivas que hay a la hora de afrontar el activismo, incluso sus contradicciones.

R.- Sí, acciones tan radicales como las que narro no las he conocido, pero conversaciones informales sobre si serían buenas o contraproducentes para la causa, sí. El movimiento ambientalista apenas ha explorado esa vía de la acción directa y yo no hago un alegato por ella, porque soy abogado. Me ha sorprendido darme cuenta de que apenas hay noticias de sabotajes desde el activismo. Por eso es por lo que quise explorar literariamente esa posibilidad.

P.- O sea, que el retrato que se suele hacer de los activistas como unos radicales, no se ajusta a la realidad.

R.- Hay que diferenciar entre los activistas y los juristas. Yo trabajo con estos segundos, aunque evidentemente nos encontramos muy imbricados. Y sí, lo que impera es la vía pacífica. Hay gente muy comprometida en su trabajo diario, y es normal que no quieran lanzarse a este tipo de acciones en un contexto de amenaza continua. Pero justo por eso me interesaba investigar hasta qué punto podían sentirse acosados en su labor. Y creo que acabaremos viendo la aparición de movimientos de ese tipo, basados en la pura desesperación.

«Me sorprendió comprobar que apenas ha habido noticia de sabotajes desde el activismo»

P.- ¿Crees, entonces, que el escenario se puede radicalizar en el futuro?

R.- Estoy convencido.

P.- En tu libro también podemos ver que las posiciones de la gente que vive allí son mucho más complejas de lo que pensamos.

R.- La gente que ha nacido y vive allí se reconocen amantes de la selva, pero también tienen que vivir, así que muchos son furtivos, madereros, o mineros. Hay mucha minería artesanal en la Amazonía, pero también mucha ilegal, precisamente la que provoca vertidos de mercurio; al fin y al cabo, es su medio de vida. El problema es cuando esas actividades ilegales se industrializan y las pasan a realizar grandes empresas amparadas por el estado.

P.- La nueva sensibilidad que está despertando la conciencia por el cambio climático, ¿puede ayudar a mejorar la situación en esos lugares?

R.- Cualquier cosa que contribuya a poner el foco va a ayudar. Lo que no ayuda es que ese extractivismo, y no solo el petrolero, no solo no desarrolla a las comunidades donde se produce, sino que las empeora. En los setenta, cuando comenzaron las prospecciones, vinieron con promesas de desarrollo y de enriquecimiento para la zona. No solo no se produjo, sino que los vertidos pararon en seco el incipiente desarrollo turístico. Y estos días, en los que están abriéndose nuevos pozos en la zona, está volviendo a prometerse exactamente lo mismo.

selva amazónica
La deforestación está destruyendo uno de los grandes tesoros naturales de la Tierra, el Amazonas.

P.- Los grandes acuerdos, ¿acaban teniendo efectos reales en estos lugares, o todo se queda en mera retórica?

R.- Hay instrumentos jurídicos regionales que están empezando a tener resultados, como el Acuerdo de Escazú. Hay otros, como el tratado de derechos y empresas que se está discutiendo en la ONU, que pueden llegar a ser muy importantes para el futuro del planeta, porque se aplicarían a la actuación de los países del norte en los del sur.

P.- Y ¿hay algún cambio real en la actitud de las empresas, al menos en su nivel de conciencia?

R.- Hace cuarenta años, llegaban y directamente lo arrasaban todo. Ahora guardan las formas y hablan mucho de responsabilidad social corporativa. Te puedo decir, desde mi experiencia, que es todo una patraña. Muchas transnacionales europeas y canadienses, que eran las que estaban en Sucumbíos, no cumplen con lo poco a lo que les obligan los estados débiles en los que se instalan. Allí todo el mundo sabe qué empresa ordenó que se matara a Fulanito.

P.- ¿Están los gobiernos de la región colaborando entre sí para obtener resultados?

R.- En Ecuador y en Bolivia tienen unas constituciones muy punteras en las que están consagrados los derechos de la naturaleza y los instrumentos para su protección. Luego, la realidad es que no se aplica nada de lo que dicen. En la novela hablo del Yasumí, que es una zona reservada, y que en principio tiene la condición de «intangible». Pues está arrasada por las petroleras, y de una manera torticera, pues han sido imágenes desde los drones los que lo han descubierto. Pero bueno, tampoco nosotros cumplimos con lo que establece nuestra Constitución.

Zona minera de oro ilegal en la Amazonía.

P.- Has dicho en alguna entrevista que lo que está pasando en la Amazonía puede reproducirse en lugares mucho más próximos a nosotros ¿A qué te refieres?

R.- Al nuevo extractivismo, como el del litio en Extremadura. Es también una zona con muchos recursos naturales, con poca población y envejecida, donde además hay poco trabajo. Y sin embargo, se ha paralizado porque la sociedad civil, a través de varias plataformas, se ha movilizado. Eso está pasando también allí, así que sí, he visto varios paralelismos, tanto en lo bueno como en lo malo.

P.- ¿Cómo ves el futuro? ¿Hay algún hueco para el optimismo?

R.- Ahora la sociedad de la información llega a todos lados, y allí las nacionalidades indígenas también tienen sus móviles. Está todo el mundo informado, así que resulta mucho más difícil engañar. Están muy movilizados y muy organizados, especialmente la gente joven. Las manifestaciones en Sucumbíos contra el establecimiento de nuevos bloques mineros son muy potentes. Se habla mucho de que la frontera extractiva está expandiéndose por la Amazonía, pero yo creo que la gente corriente lo va a ralentizar.



Se adhiere a los criterios de transparencia de

Archivado en:
Otras noticias destacadas