“El patio cordobés se puede trasplantar a los balcones de España”

“El patio cordobés se puede trasplantar a los balcones de España”

Carlos Magdalena

Botánico y divulgador

El botánico español más internacional, conocido como el ‘Mesías de las plantas’, participará en el Festival FLORA de Córdoba, para expandir su idea de que plantar una semilla es un acto de esperanza porque el deterioro climático no es irreversible


Analía Iglesias | Especial para El Ágora
Madrid | 24 septiembre, 2021

Tiempo de lectura: 7 min



“Una planta es una puerta de entrada a cómo funciona la naturaleza”, sintetiza Carlos Magdalena (Gijón, 1972), también llamado el Mesías de las plantas, según el apodo que le atribuyó el naturalista inglés David Attenborough, después de entrevistarlo para BBC. Magdalena, que hace dos décadas entró como aprendiz al prestigioso jardín botánico Kew Gardens de Londres, hoy es uno de los especialistas en botánica de la conservación más reconocidos a nivel mundial. No es para menos: entre sus hazañas se encuentra la de haber salvado de la extinción a la Ramosmania rodriguesii —una planta que crece en algunas islas del Océano Índico— cuando casi todos los botánicos estaban a punto de darse por vencidos, ya que quedaba un único ejemplar, que no daba semillas.

Magdalena vive y trabaja en Inglaterra, pero volverá a España este otoño para participar con una acción sorpresa en la cuarta edición del Festival Flora, de Córdoba, que se celebrará del 11 al 21 de octubre, bajo el lema de La fuerza, tras un año de parón por las restricciones de movimiento que impuso la pandemia. “Primero, voy a familiarizarme con los jardines de Córdoba, porque nunca he estado allí. Y luego participaré en el Festival Flora”, anticipa, en conversación con El Ágora. Diario del Agua. 

Es un jardinero que dice que usa Instagram y Facebook como “recursos hortícolas”, para comunicarse con otros cuidadores de plantas, quizá porque siempre encara la vida desde la esperanza, la misma que hay que ejercitar “al plantar una semilla”. Lo que sigue es parte del diálogo mantenido.

Carlos Magdalena.

P: Usted se dedica a la conservación de plantas, ¿cómo piensa que puede aplicarse su especialidad botánica a jardines como los de Córdoba y otros ambientes secos de la Península ibérica?

R: Algo que me interesa mucho de los jardines de Córdoba es cómo regulan el clima: cuando se riegan las plantas, con la transpiración se genera un microclima en los patios. Es una tecnología antigua que hoy cobra valor en la lucha del cambio climático.

P: ¿Esto tiene puntos en común con la lógica del oasis en el desierto?

R: Los patios son estrechos y protegen de la radiación del sol, y las macetas funcionan como un botijo ornamental; cuando se evapora el agua, tanto desde la maceta como de las hojas de las plantas, se refrigera el ambiente. Podrían ser microoasis donde la vida social se puede hacer tanto en familia como con los vecinos. Además, si al botijo le da el sol, más humedad se evapora.

P: Usted creció en Asturias y trabaja desde hace décadas en un clima húmedo como el de Londres, ¿En qué consiste este desafío andaluz que tiene por delante?

R: Voy a ir a aprender, para tratar de fusionar lo que aprenda con lo que yo hago y producir algo más… Ser un poco como el agua y unir varios elementos. Nadie sabe más de los patios cordobeses que los cordobeses. Por lo demás, en el mundo de la botánica, hay todos esos conocidos ejemplos de jardines, como el jardín versallés, el jardín japonés o el jardín inglés, pero no hay un jardín español.

Los patios cordobeses son, en este sentido, un referente de un  jardín de estilo en la Península ibérica. Tienen esa identidad que alcanza el nivel internacional. El jardín cordobés saturado de macetas y colores es una entidad de paisajismo. Curiosamente, además, se puede trasplantar a muchos puntos de la geografía española, donde se tiende a vivir en pisos y no en casas. Entonces, el balcón es como un bonsai del patio cordobés. Es más vertical, más estrecho y más pequeño, y la idea es crear ese minioasis. Siempre me fascinaron.

Carlos Magdalena
Vista de un patio cordobés.

P: Además de los nuevos aprovechamientos de espacios, hoy se recuperan diseños antiguos y técnicas constructivas ancestrales, como el adobe, que tienden a mitigar los efectos del calentamiento global…

R: El adobe no absorbe tanto calor como la roca, claro, y tiene un componente vegetal…  Mis temas son las plantas como fuente de comida, como fuente de ornamento, como recursos medicinales y como soluciones de regulación del proceso climático. La economía ecológica de este planeta es una economía de oxígeno, nitrógeno, carbono, en fin, agua y fotosíntesis. Las plantas generan azúcar y, al contrario de lo que hacemos, ellas sí consumen dióxido de carbono, en lugar de emitirlo, como nosotros.  Por ahora, la máquina que conocemos para fijar carbono se llama planta, y no hay que enchufarla a nada.

P: En su currículum figura que salvó de la extinción a una planta llamada ‘Ramosmania rodriguesii’, de la que quedaba un único ejemplar estéril, sin semillas, ¿cuál es el secreto para que una planta vuelva a ser fértil?

R: A veces una planta se puede reproducir por esquejes, pero no en la naturaleza. Cada caso es un mundo. Las estrategias reproductivas de las plantas son mucho más variadas que las de los animales. Un descubrimiento en una planta no quiere decir que vaya a funcionar con otra. Pero, si tuviese que decir cuál es el elemento más importante a la hora de salvar una planta ese sería mi obsesión por negar la sentencia de que no se puede hacer nada, o que ya es demasiado tarde. Se trata de probar, de volver al ensayo y error.

«Por ahora, la máquina que  conocemos para fijar carbono se llama planta, y no hay que enchufarla a nada.»

Aprendo lecciones de cada planta para las soluciones a gran escala, porque es muy fácil sentarse a decir que no se puede hacer nada por las extinciones o el cambio climático. Si añades un poco de esperanza y obsesión, y si somos muchos con la misma mentalidad, probablemente le podemos dar vuelta a la situación.

P: En el caso de la fauna, a veces los ejemplares que se salvan en cautividad no son viables en su hábitat, ¿sucede lo mismo en el caso de las plantas?

R: Por ejemplo, esta planta a la que nos referíamos es originaria de las islas Rodrígues, dentro las Islas Mauricio, en el Índico. Hasta hace 300 o 400 años no había allí presencia humana permanente. Y cuando se establecen los colonos, con ellos llegan las ratas, y luego comienzan a comerse ejemplares de fauna de la región, como las tortugas que esparcían las semillas… Con las colonias establecidas desaparecen las tortugas, que quizá son la piedra maestra del ecosistema, se extinguen algunos insectos o los pájaros que desplazaban semillas.

Por eso mueren algunas especies de plantas. Pero hay proyectos que indican que las cosas se pueden revertir: por ejemplo, en algunos islotes pequeños, han podido eliminar  las ratas, que eran una especie invasora y se han introducido tortugas cercanas, parecidas a las extinguidas, y resulta que esas tortugas se comen más rápido las plantas invasoras que la flora autóctona, y ahí tienes una especie de segadora natural. Lo que se hace es una especie de arqueología ecológica, porque el 80 por ciento de la superficie de Mauricio son cultivos de cañas de azúcar, aunque se ha podido evitar que entren cerdos, por ejemplo.  La extinción es evitable, la destrucción es evitable,  pero solamente podemos operar en un marco mental de esperanza.

P: ¿Por qué un jardín botánico es tan diferente a un zoológico?

R: En la respuesta radica una de las razones por las que trabajo con plantas. En un jardín botánico cultivamos unas 17 mil especies, y esto sería imposible con animales. Las plantas son un ser vivo con necesidades, pero tienen otra psicología: se deprimen cuando las condiciones no son las adecuadas a nivel temperatura o riego, pero esto se puede controla más fácilmente que con un animal…Y el espacio que necesita la flora es diferente. Un botánico es mucho más educativo, puedes mostrar variedades más amplias en un espacio limitado.

Vista del Real Jardín Botánico, en Madrid.

Como cuidador, no dejo de encontrar cosas interesantes por más que lleve en el Kew Gardens más de dos décadas. Y luego es diferente la escala de tiempo en la que se trabaja (aquí se pueden investigar cosas más fácilmente que en la naturaleza). Por caso, una semilla de secuoya es un programa de software genético cuyo plan alcanza los próximos 3.000 años. Las semillas pueden aguantar cientos de años esperando a que se den las condiciones para volver a prosperar.

Las germinaciones también tienen otra escala de tiempo, distintas a la de los animales, incluyéndonos a los humanos en este grupo. Y siempre se puede ir moviendo la planta si hay hábitats subóptimos que no la benefician, darse cuenta de que la maceta ahí no está contenta. Esa capacidad de observación es la que caracteriza al que “tiene mano para las plantas” (o green finger, como se dice en inglés).

P: ¿Qué innovaciones hay en botánica? 

R: Actualmente hay descriptas unas 400 mil especies de plantas, pero la taxonomía es un tópico muy complejo, porque a veces la misma planta figura con dos nombres, o al revés… Actualmente, descubrimos una media de dos mil plantas terrestres cada año. Los botánicos del mundo no tenemos más capacidad para describir más. Si fuésemos más gente y hubiera más recursos, se descubrirían más especies.  En este campo, a nivel científico, la innovación consiste en la evidencia molecular, o la identificación por ADN.

En el terreno de la horticultura y la jardinería, la sostenibilidad adquiere mucho peso y se actualizan las técnicas con ese propósito. Por ejemplo, en la fabricación de macetas biodegradables que pueden enterrarse directamente en el suelo, o,  en cuanto a los sustratos de la tierra, se ha introducido la fibra de coco, en lugar de la turba. También hay formas biológicas de controlar pestes. Y en el urbanismo, se comienzan a usar los techos de las ciudades para hacer jardines, y fijar carbono o bajar la temperatura.



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