Antonio Martínez Ron: “El cielo está amenazado”

Antonio Martínez Ron: “El cielo está amenazado”

Antonio Martínez Ron

Divuldador científico y escritor

En su nuevo libro, el divulgador Antonio Martínez Ron aborda nuestro descubrimiento del cielo, el nacimiento de la meteorología y la aeronáutica, y advierte de que redescubrir la “mitad superior” de nuestro mundo es imprescindible ante los retos que enfrentamos


Miguel Ángel Delgado
Madrid | 18 febrero, 2022

Tiempo de lectura: 6 min



Algo nuevo en los cielos (Crítica) es el monumental libro con el que Antonio Martínez Ron regresa a las librerías. Un volumen en el que combina ciencia, poesía, arte y aventura para contarnos el extraordinario viaje, aún en desarrollo, para entender los mecanismos internos de la atmósfera, ese cielo que nos ha fascinado desde que existimos como especie.

El divulgador cientifico Antonio Martínez Ron.
El divulgador científico Antonio Martínez Ron.

PREGUNTA.- ¿Por qué elegiste la atmósfera, después de que tu anterior libro, El ojo desnudo, se centrara en la luz, la visión y la percepción?

RESPUESTA.- En 2015 me vine a vivir a las afueras de Madrid, y desde aquí se puede contemplar todo el cielo. En los ratos libres, me di cuenta de que siempre había un espectáculo esperándome: veía las aves, las cigüeñas pasar, los cernícalos, y otras cosas que no identificaba bien.

Siempre me había interesado la arquitectura del cielo, su profundidad, y poco a poco comencé a hablar con pilotos y otros expertos, y así fui construyendo un relato, y me di cuenta de que ahí había un libro. Luego leí unos textos de Thoreau sobre las aves, y ahí me encontré esta cita: “Aunque no haya nada nuevo sobre la tierra, siempre hay algo nuevo en los cielos”. De ahí saqué el título, y ya me puse a trabajar en el esquema. Y ese, al final, me llevó en un viaje desde mi jardín a la estratosfera, que es como acaba el libro, con una sonda lanzada por mí.

P.- ¿Por qué no le hacemos caso al cielo?

R.- Por rutina. Como lo damos por descontado, vivimos de espaldas hacia la mitad superior de nuestro mundo. En Las Vegas, me alojé en el hotel The Venetian Resort, donde tienen un cielo falso en el interior, que imita el azul y las nubes. Me sorprendió lo pronto que aceptamos ese cielo de cartón piedra, y cómo incluso, cuando salimos al exterior, por un instante se proyecta sobre el verdadero y no notamos la diferencia.

«Vivimos de espaldas hacia la mitad superior de nuestro mundo»

P.- En tu libro, nos cuentas cada detalle del cielo, siempre en compañía de los pioneros que lo fueron descubriendo.

R.- Es algo que siempre hago en mis obras. Me pongo en el lugar de los que no sabían nada y se comenzaron a preguntar por las cosas más evidentes. Hoy en día, sin el saber acumulado, sería difícil que un científico pudiera responderte por qué una muestra de aire transparente se ve azul cuando está allá arriba. Y lo mismo sucede con otras preguntas aparentemente sencillas, como el porqué de las nubes o la lluvia, e incluso aún hoy hay cosas que no comprendemos bien.

Supercelda de nubes precursora de tornados sobre un campo de Nebraska, EEUU

“Aún no comprendemos totalmente cómo se forman las nubes o la lluvia”

P.- Lo poético aparece en tu libro, incluso cuando hablamos de ciencia.

R.- Sí, cuento la historia, por ejemplo, de una científica que toma muestras de nubes en su laboratorio en lo alto de los Alpes, que es una imagen casi más del mundo de la poesía que del de la ciencia. Y eso enlaza con un pionero como Saussure, quien subía al Mont Blanc para tomar muestras de aire y ver si sus teorías se confirmaban. Por entonces, se fijaban en detalles como las gotas de condensación que aparecían en las botellas de champán al enfriarlas. Eso los llevó a entender el rocío y las neblinas que se pegaban al suelo, y les mostró el camino para entender las nubes.

P.- La clave es plantearse preguntas, incluso, sobre las cosas más sencillas.

R.- Una de las cosas que más llaman la atención de la meteorología es que se trata de una ciencia muy asible. Incluso el funcionamiento de los aparatos más sofisticados puede ser entendido por cualquiera, no hace falta tener un doctorado en física. Las preguntas sobre el cielo son fáciles, aunque las respuestas no lo sean tanto. Pero se puede ir paso a paso y, con unas cuantas reglas muy sencillas de la física, puedes ir comprendiendo su dinámica. Hay cosas especialmente complejas, claro, como la formación y evolución de las tormentas, y para responderlas nació la primera ciencia colectiva y que utilizó el big data, la meteorología. Por eso es injustísimo que sea considerada una mera ciencia práctica, y que ni siquiera se contemple a la Aemet en los planes ministeriales para la ciencia.

Nubel del tipo altocúmulos
Nubel del tipo altocúmulos

P.- El agua es esencial en el cielo.

R.- De hecho, la pregunta que llevó a entender el funcionamiento del cielo fue saber cuánta agua contiene. John Tyndall estaba obsesionado por el “agua invisible” del cielo, y John Dalton quería saber cuánta se evaporaba de los ríos y los mares cada año y ascendía al cielo, y para ello recurrió a un experimento muy sencillo: dejar un vaso de agua en la ventana, e ir midiendo cuánto disminuía cada día, para de ahí sacar una ratio que le permitiera hallar la cantidad total. Y no se equivocó mucho.

P.- ¿Por qué nos siguen fascinando los globos, y las historias de los aeronautas?

R.- Porque es explorar un territorio desconocido. Cuando observas cómo se eleva una cigüeña, y llega un momento en el que desaparece en medio de ese magma azul, quieres saber qué hay ahí. Los aeronautas quieren responder a todas esas preguntas, y a finales del XVIII se plantea una rivalidad entre montañeros y aeronautas para coger trocitos de cielo y analizarlos.

En el XIX es el triunfo de los globos, y en el XX ya es la locura con los zepelines y los aviones. Incluso Auguste Piccard inventa un batiscafo para poder ascender a alturas inimaginables hasta entonces, y que luego se utilizará para explorar las profundidades del océano. Y todos ellos ven cosas que ningún ser humano había visto jamás, ven la Tierra casi desde fuera.

sostenible
Planeta Tierra. | NASA

P.- Fue como cuando los astronautas vieron por primera vez la Tierra desde el espacio…

R.- El problema es que hemos avanzado tanto, que se nos han olvidado los pasos intermedios para llegar hasta los límites de nuestra atmósfera. De hecho, durante un tiempo hubo una rivalidad entre los astrónomos y los meteorólogos; los primeros decían que nunca podría preverse el tiempo, y al mismo tiempo se maravillaban de que supiésemos más sobre cuerpos lejanos que sobre nuestro propio planeta. Por eso busco recuperar cómo fue ese primer momento en el que nos vimos desde las alturas.

“Saber cuánta agua hay en la atmósfera fue el principal motor para comprenderla”

P.- ¿Qué se siente al ascender en globo?

R.– Tienes la sensación de que no te mueves, y de que es el mundo el que lo hace bajo tus pies. Oyes sonidos que no te imaginarías, que ascienden sorprendentemente desde el suelo. Es como entrar en un mundo distinto, extremadamente relajante y adictivo.

P.- Sin embargo, ahora mucha gente, cuando viaja en avión, ni mira por la ventanilla…

R.- Se ha vuelto, de nuevo, algo tan cotidiano, que ya no nos damos cuenta del espectáculo que hay al otro lado, y a mí me llevan los demonios. La pintora Georgia O’Keeffe empezó a volar en los años cincuenta, y un tiempo después empezó a pintar cuadros en los que buscaba reflejar ese cielo que ella veía desde su asiento. Eran cuadros muy grandes, no realistas, pero recuperaban la mirada del niño que se maravilla. Hemos perdido esa mirada, y es algo peligroso, porque ese cielo único para cada uno, al que ya no le prestamos atención, está amenazado.

Nubes de tipo cirro. | Foto: Martchan

P.- Tampoco valoramos lo que supone poder ver el tiempo en la app de nuestro móvil.

R.- Pensamos que es como mirar el reloj, aunque fijar la hora también fue una conquista que llevó mucho tiempo. Pero hay un gran trabajo detrás. Por un lado, los meteorólogos están más atados a su cielo particular y a sus previsiones; por el otro, los climatólogos están intentando entender la dinámica global de toda la atmósfera. Ahora, ambos enfoques están convergiendo, porque estamos entendiendo que fenómenos a nivel local pueden explicarse con unas dinámicas más amplias.

“Es indignante que la Aemet no esté incluida en los planes ministeriales para promover la ciencia”

P.- Y sin embargo, aún hay visiones sin fundamento, como la de las cabañuelas utilizadas por un youtuber para predecir erróneamente una tormenta el 24 de enero, que se abren camino en los medios.

R.- Parece que, a pesar de la pandemia, no hemos aprendido grandes cosas sobre la necesidad de informar con rigor. Que un crío en un pueblo haga una predicción por métodos que ahora sabemos sin fundamento es un desprecio a tantas personas que se dejaron la vida para entender los mecanismos de la atmósfera. Y eso que hemos construido durante tanto tiempo funciona: la misma Filomena fue predicha con antelación; otra cosa es que algunos políticos no hicieran caso a la predicción.



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