El reciente Congreso Nacional de Medio Ambiente, Conama2020, celebrado la pasada semana en Madrid congregó un gran número de expertos y profesionales ambientales que, después de año y medio de distancia social impuesta por la pandemia, volvía a verse los ojos para compartir experiencias y conocimientos que ayuden a este país a afrontar la reconstrucción con la vista puesta en la gran crisis que tenemos por delante: la climática.
Entre esos expertos el profesor de investigación del CSIC, donde dirige el grupo de Ecología y Cambio Global en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, Fernando Valladares, galardonado esta semana con el premio Rei Jaume I 2021 en Protección del Medio Ambiente, que ha querido compartir con El Ágora las lecciones que nos ha dejado esta pandemia y su visión de futuro. Tras 30 años investigando los impactos de la actividad humana en los ecosistemas tiene claro que ese futuro pasa por avanzar en la consecución de la «inmunidad de paisaje», un concepto integrador esencial para mitigar el riesgo de futuras pandemias.
Para Valladares hablar de crisis climática y de un futuro equilibrado en que hagamos las paces con la naturaleza es hablar de agua, sobre todo en un país tan seco como España.
“Un país tan seco como España no puede tener una de las aguas más baratas de Europa”
«El agua en España es como la soga en casa del ahorcado, no se menciona. En un país seco como España, hablar de agua es siempre un asunto polémico. Por ejemplo, tenemos ahora el conflicto del trasvase Tajo-Segura, que es un disparate, pero a ver quién lo desmonta, quién le dice a la huerta murciana que no puede usar agua del Tajo porque el río ya no tiene caudal ecológico», reflexiona Valladares.
Actualmente el agua se coordina a nivel de cuenca hidrográfica, «lo cual tiene todo el sentido científicamente hablando, y ofrece una visión participativa que fuerza a que todos los actores de cada cuenca hidrográfica se tengan que poner de acuerdo por el agua. Sin embargo y al mismo tiempo es una gran fuente de conflictos que hemos aprendido a resolver por debajo de la mesa, en lugar de con luz y taquígrafos; y el agua hay que afrontarla con mas transparencia y honestidad», afirma.
«Todos queremos agua en un país donde no cada vez hay menos disponibilidad de recursos hídricos y lo primero que tenemos que entender es que tiene que ser mas cara, no puede ser tan barata porque es escasa, luego ya veremos como se ayuda a los usuarios vulnerables pero España no puede permitirse tener el agua más barata de Europa».
«Hay que avanzar en la «inmunidad de paisaje» para prevenir futuras pandemias»
«Hemos vivido más de 40 años de espaldas a la naturaleza», reflexiona Valladares. Esta pandemia es un claro ejemplo de cómo la crisis ambiental, que abarca desde el cambio climático hasta la extinción masiva de especies y la destrucción severa de los espacios naturales de todo el planeta, tiene efectos directos en nuestra salud y compromete la sostenibilidad de la sociedad tal como la teníamos concebida antes de la crisis del coronavirus.
«Esta crisis sanitaria nos afectado tanto a tantos que tiene el auténtico poder de influirnos de verdad para cambiar radicalmente nuestra actitud ante el medio natural. Volver a una relativa normalidad no puede ser volver a la situación de antes de la crisis del coronavirus. Tenemos que ver en la salida de la crisis sanitaria y en la reconstrucción una oportunidad para repensar nuestra relación con el medio natural, ahora que hemos comprobado que nuestra salud depende de la salud del planeta, de la naturaleza».
El 70% de las enfermedades emergente son zooonosis, patógenos de origen animal que acaban afectando a la salud de la especie humana
Los mecanismos de protección de un ecosistema equilibrado se conocen hace tiempo y desde hace más de una década brotes locales de virus como el del Hantavirus, la fiebre del Nilo o el Ébola, o la conocida como «gripe aviar» (H5N8) fueron ilustrando los peligros de reducir las especies presentes en un ecosistema y, en general de simplificar la naturaleza. «Una naturaleza simplificada en especies y procesos ecológicos es incapaz de proveernos de muchos de los bienes y servicios que necesitamos para subsistir», afirma Valladares contundente.


Algunos de los servicios que proporciona este ecosistema o naturaleza equilibrada, como el de protección ante agentes infecciosos es tan crucial no es posible que sea reemplazado por ninguna institución, organismo o entidad de origen humano, especialmente cuando alcanza dimensiones globales o cuando implica a un patógeno como el coronavirus ante el cual nuestra especie no tiene memoria inmunológica y que tiene un elevado grado de contagio e infectividad. Una vez que se desencadena la zoonosis hay que aplicar estrategias sanitarias, pero para prevenir futuras pandemias hay que buscar lo que Valladares denomina «inmunidad de paisaje»
«La inmunidad de paisaje consiste en conservar, restaurar si estuviera degradado o potenciar un paisaje un ecosistema para que funcione por sí solo, que tenga los niveles de biodiversidad, los ingredientes, las piezas y las funciones de los procesos ecológicos propios de ese ecosistema. Solo un ecosistema de esas características amortigua los riesgos climáticos y también de futuras zoonosis» explica el profesor.
«Una naturaleza simplificada en especies y procesos ecológicos es incapaz de proveernos de muchos de los bienes y servicios que necesitamos para subsistir»
Hay muchos mecanismos que intervienen en el papel protector de estos paisajes/ecosistemas funcionales y medianamente ricos en especies, que no necesitan más que niveles de biodiversidad medios. El mecanismo de dilución, de amortiguación que consiguen que ese paisaje genere filtros, barreras, cortafuegos y diluya la carga promedio de los parásitos, patógenos, virus y bacterias; con lo cual transitar por esos paisajes en mucho más seguro para la especie humana y para nuestros animales domésticos y al final tenemos mayor salud y mejor economía.
Para Fernando Valladares «resulta una buena inversión el desarrollar y gestionar ecosistemas equilibrados, en los que el hombre, como especie tiene su sitio, en busca de esa inmunidad de paisajes como herramienta preventiva».
La comunidad científica ha hecho un esfuerzo por unificar por entender de forma mas global como funciona esta transmisión de enfermedades, factores de riesgo que tienen mucho que ver con la degradación ambiental, pérdida de especies, con la fragmentación de hábitat, entendiendo como el propio cambio climático favorece la expansión de vectores de enfermedades zoonóticas así como interacciona el cambio climático con formas de contaminación y degradación ambiental para lograr que los riesgos sean mayores. Todo esto se debe a la existencia de esos ecosistemas disfuncionales en los que el ser humano tiene cabida pero no debe degradar, fragmentar ni extirpar especies, añade.
«No es que lo vayamos haciendo con propósito, ni talando ni extinguiendo, como resultado de nuestra relación tóxica con la naturaleza vamos generando unos ecosistemas que paradógicamente son peligrosos para la especie y esta vulnerabilidad ha quedado manifiesta con la pandemia y nos ha mostrado la que podemos liar, sin querer, por romper equilibrios. Hemos aprendido a ver lo que es la salud planetaria«, sentencia.
«El ritmo de la reconstrucción lo tiene que marcar su propia huella ambiental»
A pesar del diagnostico de la situación actual y la certeza de que el riesgo de nuevas pandemia no acaba con la del SARS-COV-2, Valladares analiza el escenario de colapso, social sanitario o económico como una oportunidad, «no es momento de lamentarse sino que se abren nuevas opciones de actuación, en la inteligencia y la capacidad de coordinarnos estará la solución a esas crisis venideras».
Los fondos de reconstrucción propician una oportunidad financiera para salir de este embrollo tiene que combinar dos cosas que parecen contradictorias, el ritmo y la velocidad de implementación con la planificación a largo plazo y madurada.
El profesor Valladares considera que «hay que acelerar la maduración y el consenso social y político para avanzar en esa reconstrucción pero, hay que evitar hacer cosas que puedan interrumpirse por avatares políticos o sociales. Hay que construir sobre las decisiones que tomemos ahora para ir más rápido porque si después hay que desmontar iniciativas y estrategias y montar otras nos hace perder tiempo y financiación».
Insiste en que «tenemos todos, a todas las escalas, que aumentar la generosidad comprendiendo que aunque no sean las acciones, decisiones por medidas individuales, veamos que hay que apoyar conjuntamente proyectos que vayan sumando permitiendo coordinar la recuperación del territorio, conservación de la naturaleza de la que dependemos tanto para mitigar el cambio climático disminuir el riesgo de zoonosis, rebajar la contaminación para favorecer la salud». Acordarnos de todas esas muertes evitables, sufrimiento, tensiones sociales evitables con una naturaleza mejor conservada y un ambiente funcional, que una vez recuperado en caso de estar degradado se conserva y funciona solo, «no requiere grandes inversiones futuras, eso es lo que genera riqueza».
Concluye que la inversión sabia de estos fondos es asegurarse la restauración y lograr el nivel en el que la propia naturaleza vuelva a ser funcional por si misma sin la intervención humana. Y, aunque algunos ven en eso pérdida de empleo, «ya buscaremos el empleo, pero empleos de calidad, adaptado, no trabajos tradicionales de construir y deconstruir aceras, acequias, infraestructuras,…. ese es un empleo volátil muy susceptible a vaivenes de financiación y económicos, sino un empleo sensato acoplado a los ritmos de regeneración y conservación de la naturaleza, que, insiste, es la autentica inversión que genera riqueza por si misma sin mayores inversiones.
«La huella ambiental la que tiene que marcar el ritmo de las inversiones, en el momento en que aumentemos la huella ambiental por el acelerón de las inversiones hay que poner esos proyectos en cuarentena, hay que ser inteligentes para invertir sin aumentar la emisiones GEI, sin artificializar mas hectáreas de suelo, sin afectar a escorrentías ni aguas subterráneas, hay que ir rápido pero sin adelantar la huella ambiental».