De toda el agua que rodea la Tierra, solo el 2,5% es agua dulce apta para usos industriales, agrícolas y domésticos. Y de este porcentaje, menos del 0,32% se encuentra en lagos, ríos, humedales y acuíferos accesibles.
América Latina es una de las regiones que más cantidad de agua posee. Se estima que en torno a un 30% del agua dulce del mundo para solo un 10% de la población, pero su distribución es desigual. Además, el 25% de su territorio es desértico, y en algunos países como Argentina, Chile y México, este porcentaje aumenta a más del 50%.
Aproximadamente el 80% de la población de América Latina se ubica en áreas urbanas, donde el acceso a recursos hídricos y la gestión del agua en ciudades y cascos urbanos se han convertido en grandes desafíos, agravados por el escenario de escasez que plantea el cambio climático.
El reto de garantizar la seguridad hídrica en toda la región latinoamericana pasa por proyectos integrales que incorporen soluciones grises y verdes basadas en la naturaleza, con reglas del juego claras, y con acción colectiva para impulsar los cambios que necesitan los ciudadanos.
Así de contundente se ha mostrado en declaraciones a El Ágora Hugo Contreras, director de Seguridad Hídrica de América Latina en The Nature Conservancy y Representante de la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua.
Pregunta.- ¿En qué punto se encuentra la seguridad hídrica en América Latina?
Respuesta.- Primero vamos a definir qué entendemos por seguridad hídrica, que no es otra cosa que la capacidad de las sociedades para garantizar agua en cantidad y calidad suficiente tanto para consumo humano, hoy, mañana y siempre, y que sea suficiente para el desarrollo de las ciudades con agua para otros usos, agrarios o industriales, que favorezcan el desarrollo de comunidades vibrantes.
Esta seguridad hídrica debe incorporar también una vertiente de adaptación al cambio climático en forma de resiliencia frente a fenómenos meteorológicos adversos; y, por último, agua suficiente para el mantenimiento y conservación de los ecosistemas.
Todos estos elementos en torno a los recursos hídricos requieren mantener la integridad del ecosistema de manera que el ciclo del agua pueda seguir funcionando con todos sus elementos naturales.
«Seguridad hídrica es un concepto integrador que aúna elementos naturales y humanos en una sola definición»
En cuanto al reto de la región para lograr la seguridad hídrica hay que destacar que América Latina tiene agua, pero está muy mal distribuida y está constantemente amenazada por fenómenos que la ponen en riesgo, como la alta concentración urbana, sequías, inundaciones, la disminución de los glaciares y la progresiva desaparición de ecosistemas
Si bien atesora un tercio de las reservas de agua dulce del planeta para solo un 10% de la población mundial, estas masas de agua están alejadas de las grandes concentraciones urbanas.
Por ejemplo, Perú es el país que más agua per cápita tiene disponible; ahora bien, solo el 2% del total del agua está en la parte costera donde vive el 80% de su población. Lo mismo ocurre en México, el 80% de la población vive en regiones donde solo hay un 20% de sus reservas de agua.
Lo cierto, es que en América Latina hay mucha agua, pero el 50% está en la cuenca del Amazonas, y otra gran parte está en los glaciares. Las principales ciudades tienen ya graves problemas de estrés hídrico.
Todo un reto del que depende el desarrollo socio-económico de la región, donde se contabilizan cerca de 200 millones de personas sin acceso a una fuente segura de agua y unos 500 millones a saneamiento de calidad, una situación que obliga a invertir en mejorar los sistemas de agua.
P.- ¿Qué lecciones ha dejado la pandemia y qué oportunidades plantea de cara a la reconstrucción para avanzar en seguridad hídrica?
R.- Todos los días desde el inicio de la pandemia el agua ha sido esencial para frenar los contagios y el avance de la enfermedad de la COVID-19. Eso nos ha alertado sobre la necesidad de tener agua y ha puesto en evidencia las carencias existentes.
Así, ciudades como México y Quito han registrado un incremento en la demanda de agua en los distintos sectores, durante la pandemia, de entre un 20% y 50%. Estas ciudades, así como Lima, Sao Paulo o La Paz, se preguntan si tendrán la capacidad para proveer de agua y saneamiento en los próximos años a una población cada vez mayor.
Si ya antes de la pandemia se estimaba un déficit de inversión en infraestructuras hidráulicas equivalente al 0.3% del PIB, dada la actual crisis financiera, el reto será aún mayor.
P.- ¿Cuáles son las inversiones más urgentes para afrontar el reto del agua en América Latina?
R.- En la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua hemos puesto sobre la mesa dos elementos fundamentales:
Por un lado soluciones basadas en la naturaleza en combinación con soluciones grises. Es decir, que todo proyecto gris de infraestructura de obra hidráulica integre soluciones basadas en la naturaleza. Uno de los fondos de agua que no podemos hacer público todavía financiará un proyecto de inundaciones en una capital de América Latina. Nos han pedido soluciones verdes y se identifica que esas inundaciones se generan por cambios de uso del suelo en la parte alta de la cuenca. Si no trabajamos en el origen del problema, aguas arriba, las soluciones en la ciudad, cuenca abajo, no van a funcionar.
Por otro lado necesitamos acción colectiva, la gestión del agua en su conjunto es tan compleja que ninguno de los actores que interviene en la toma de decisiones puede afrontar el reto de manera individualizada.
Este cambio de enfoque, integrado y colectivo, requiere cambios regulatorios en los distintos países para favorecer una buena gobernanza de gestión de los recursos hídricos, y así lo vemos en la Alianza de Fondos de Agua, proponiendo una visión holística que unifique cada cuenca hidrográfica.
«Ninguno de los actores que interviene en la toma de decisiones sobre el agua puede afrontar el reto de manera individualizada»
Uno de los cambios importantes que vemos fruto de este enfoque son los cambios regulatorios. Por ejemplo, en Perú, donde las empresas gestoras son responsables del cuidado de toda la cuenca, también aguas arriba, pueden incluso incorporar tasas en el recibo del agua para la recuperación del hábitat, algo que también está pasando en Colombia.
Por tanto lo que necesitamos son soluciones innovadoras, proyectos integrales que incorporen soluciones grises y verdes basadas en la naturaleza, con reglas del juego claras, y con acción colectiva para impulsar los cambios.
P.- Nos ha hablado de disparidad en la disponibilidad de recursos hídricos y en el acceso al agua potable. ¿Qué elementos marcan la diferencia entre los casos de éxito y los más rezagados?
R.- Efectivamente la región latinoamericana presenta una gran heterogeneidad tanto en la disponibilidad de recursos como en la accesibilidad al agua potable para los ciudadanos.
Sólo en el centro de México, con 9 millones de habitantes, hay un millón de ciudadanos que no tienen acceso al agua, y eso ocurre en casi todos los países, salvo en Chile y Uruguay, que cubren el cien por cien de su población y en niveles muy similares a los estándares europeos.
La diferencia está en las reglas del juego, en los marcos institucionales y regulatorios que organizan la prestación de los servicios del agua y su gestión integral como recursos. En Chile y Uruguay estos marcos regulatorios están muy profesionalizados, con separación de funciones que favorecen una buena gobernanza y muy robusta.
Perú ha hecho cambios importantes, igual en Colombia y en Brasil. Hay Estados muy exitosos y otros no tanto. Por ejemplo, en México todavía hay mucho por hacer para cambiar el marco regulatorio.
A nivel de gestión de recurso, Brasil ha hecho muy buen trabajo a través de la incorporación de una visión de cuencas profesionalizado. Este modelo de gestión de cuenca en México, en cambio, no ha funcionado bien. Falta tecnificación, faltan recursos financieros y un marco regulatorio homogéneo desde una perspectiva integrada y holística de los recursos hídricos.
P.- ¿Tiene que ver el modelo de gestión en el éxito o fracaso de los diferentes países a la hora de garantizar la seguridad hídrica?
R.- El modelo de gestión es importante, pero lo esencial es si cumplen sus objetivos. La prioridad tiene que ser garantizar el acceso al agua de calidad a un precio asequible. Hay modelos muy parecidos con desempeños diferentes.
En Chile la prestación de servicios es el ejemplo más exitoso, y al margen de los precios, consta de subsidios para garantizar la accesibilidad.
Lo importante es que seamos capaces de abrir el foco y fijarnos en modelos de éxito. Con una población creciente y más escasez de recursos, las fugas de agua por el mal estado de las conducciones y redes de distribución deben ser una prioridad, allí donde hay escasez el coste del agua es mayor y requieren mayores inversiones para garantizar el recurso.
Sin embargo, los procesos políticos que tratan de resolver el problema del agua suelen mandar el mensaje equivocado de que el recurso es infinito y sobra, y no se le da el valor, ni vía precio ni vía inversión, que exige la necesidad y la importancia del agua para las personas y el conjunto de la sociedad.
En los próximos años la situación de estrés hídrico se va a hacer más complicada, con glaciares perdidos amenazando a la parte andina que ahora se abastece del deshielo y menos precipitaciones. Eso obliga a tomar decisiones difíciles, como imponer precios o restricciones, pero como sociedad debemos conocer la realidad del agua para buscar las mejores soluciones.
«Los políticos suelen mandar el mensaje equivocado de que el recurso es infinito y sobra, y no se le da el valor, ni vía precio ni vía inversión»
P.- Esas soluciones, más allá de los proyectos integradores grises y verdes; ¿por dónde pasan?
R.- Uno de los elementos valiosos de la Alianza de los Fondos de Agua es lograr imponer una visión de largo plazo y hacer que se sienten a la mesa todos los actores implicados en la toma de decisiones.
Además de estas estrategia a largo plazo, es esencial dotarse de una buena información, contar con datos ciertos, modelos de éxito y fracasos, tener a la ciencia en el centro de la toma de decisiones para que las soluciones estén bien informadas y desideologizadas. Y, por último, crear los mecanismos financieros necesarios para llevar adelante todas estas estrategias.
En este sentido es importante contar con todos los estamentos que aporten al proyecto. Es verdad que esta idea de colaboración público-privada encuentra resistencias por la creencia de que cada uno busca solo su propio interés; pero de lo que se trata es de unir visiones para lograr un fin común socialmente valioso en el que todos ganen a largo plazo, aunque el camino sea complejo.
Los debates en torno a lo público o privado carecen del dato cierto, del argumento técnicamente sólido para optar por una solución u otra. Este sistema que hemos establecido en la Alianza de Fondos de Agua, de sentar a todos los agentes en la misma mesa, favorecerá las alianzas público-privadas en las que hay que poner en valor los casos de éxito.
P.- Antes nos ha comentado que los poderes públicos mandan el mensaje a la sociedad de que el agua no es un problema, y de ahí su escaso valor en el precio y en peso de las inversiones. ¿Cómo se puede poner en valor el agua?
R.- El valor del agua, si regresamos a nuestra definición básica de seguridad hídrica, es que este elemento es trasversal a todas las actividades humanas. Hay un nexo esencial alimentos, energía, agua y cambio climático, que integra la parte humana, natural y cultural y hay que reconocerle ese valor.
Ahora para actuar en consecuencia es fundamental identificar qué estamos haciendo para reforzar este valor: ¿invertimos suficiente? ¿es preferible un polideportivo o invertir en la cuenca hidrográfica?, ¿mejorar el saneamiento para favorecer la salud u otro tipo de inversiones más populares? Como ciudadanos la valoramos, pero no sabemos ni cuánto pagamos por ella, una señal de que no nos importa.
P.- Volviendo al principio, ¿está América Latina en condiciones de garantizar la seguridad hídrica?
R.- Quiero ser optimista, no podemos darnos el lujo de no serlo. Hay mucho camino por andar.
Sabemos que el futuro no es fácil, nos enfrentamos a la pérdida de ecosistemas, de glaciares, de humedales, algo que va a impactar en el ciclo del agua, pero la receta necesita ciencia, saber qué está pasando, las causas y sus consecuencias, soluciones integradoras, verdes y grises, comprometer a todos los actores y crear marcos regulatorios para avanzar como región hacia la eficiencia de la gestión, equidad en la distribución y conscientes del papel de la naturaleza en la gestión del agua.
Una presa más o un acueducto más no nos van a solucionar el problema.
La Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua cuenta ya con 25 fondos en la región, desde la parte norte de México al sur de Chile y Uruguay, dando cobertura a más de 100 millones de habitantes, y ofrece un modelo de colaboración que integra todos los elementos para avanzar en seguridad hídrica. Es un mecanismo que funciona, que aporta valor a la sociedad y la gestión del agua.