“Con el agua tenemos que remar todos a una olvidando intereses sectarios”

“Con el agua tenemos que remar todos a una olvidando intereses sectarios”

María José Polo

Catédratica de Ingeniería Hidráulica en la UCO

Hablamos con María José Polo, catedrática de Ingeniería Hidráulica en Córdoba, sobre los retos que afronta España en materia de agua en los próximos años y la necesidad de que la gestión hídrica se realice de forma integrada para evitar consecuencias indeseadas


Nicolás Pan-Montojo
Madrid | 26 marzo, 2021

Tiempo de lectura: 8 min



La adaptación al cambio climático supone un enorme reto para la gestión de los recursos hídricos en todo el mundo, pero en España tiene desde hace años el rango de prioridad. Al fin y al cabo, nuestro país sufre de por sí sequías de manera cíclica en muchas regiones y su economía depende en gran medida de actividades intensivas en agua, como la agricultura o el turismo de costa. Además, una parte significativa del litoral español es vulnerable a las inundaciones, otro problema que se ve agravado por el aumento de fenómenos meteorológicos extremos provocados por el calentamiento global.

Sin embargo, el clima no es el único responsable de los problemas hídricos de España, ya sean en forma de escasez o de venidas. Nuestra forma de tratar y utilizar el agua también tiene mucho que ver. Así lo considera María José Polo, catedrática de Ingeniería Hidráulica en la Universidad de Córdoba (UCO) y una de las principales investigadoras sobre procesos hidrológicos y calidad de aguas en cuencas mediterráneas, que cree que “como sociedad nos queda mucho trabajo por hacer para garantizar entre todos los recursos hídricos”.

Nacida en Córdoba en 1969, Polo colabora también en la Agencia Estatal de Investigación de Ingeniería Civil y Arquitectura, ha sido responsable directa de la ejecución de alrededor de 2 millones de euros en I+D+i desde 2007 y coordina en la UCO dos proyectos europeos sobre servicios climáticos basados en pronósticos hidrológicos y escenarios futuros de cambio global, credenciales que la convierten en unas de las voces más autorizadas sobre gestión de los recursos hídricos en España. El Ágora conversa con ella.

PREGUNTA.- ¿Cuál es la relación entre la gestión del agua y el cambio climático?

RESPUESTA.- Es una relación en doble sentido. Por un lado, nosotros estamos sujetos a un contexto donde la variabilidad climática incide directamente en la cantidad y calidad del agua. Pero esto hay que superponerlo a cómo se distribuyen las demandas de agua, ya que el modo en el que nosotros decidimos cómo satisfacerla y con qué criterios tiene un impacto directo tanto en el microclima a escala local como en la propia agua.

«Hay cada vez más regiones que están viendo intensificado el carácter torrencial de la precipitación, lo que condiciona cómo podemos gestionar el agua»

Es importante entender que, cuando gestionamos recursos hídricos, alteramos la distribución del agua en el espacio y en el tiempo, lo que tiene consecuencias. Por ejemplo, al construir una presa, estoy almacenando un agua que antes llegaba a otras zonas, lo que se traduce en menos humedad del suelo, una evapotranspiración diferente e incluso una menor capacidad de los ecosistemas aguas abajo. Por eso, la gestión hídrica consiste en optimizar toda esta ecuación con el objetivo de que podamos tener agua para beber y agua para vivir.

P.- ¿Cómo afecta la crisis del agua a España? ¿Estamos a tiempo de prevenirla?

R.- Aunque sí hay evidencia de las tendencias a mayores temperaturas a escala global, por el momento no podemos decir que las precipitaciones estén disminuyendo o aumentando, porque presentan muchísima variabilidad. Lo que sí parece claro es que hay cada vez más regiones que están viendo intensificado el carácter torrencial de la precipitación, lo que genera un impacto ambiental y condiciona cómo podemos gestionar el agua.

Por otro lado, más allá de las señales que manda el clima, España es un país donde sufrimos sequías de manera cíclica y tenemos un periodo seco prolongado durante el verano. Además, nuestra economía depende enormemente de la disponibilidad del agua y no me refiero solo a la agricultura, sino también al turismo y actividades de ocio que implican un gran consumo, sobre todo en la costa.

Por eso, el debate debería centrarse también en si estamos en condiciones de mantener estas actividades tal y como están. En España la mayoría de las cuencas son deficitarias, por lo que si nosotros concentramos las actividades altamente demandantes de agua en estas zonas, aunque sean climáticamente idóneas para ello, partimos de una situación de desequilibrio inicial que se ve empeorado por el clima.

Con esto no quiero decir que no haya un gran problema relacionado con el cambio climático, solo que España esto también se relaciona con nuestra situación meteorológica y nuestro uso del agua, que vienen de antes.

P.- ¿Cómo ha afectado a la gestión de los recursos hídricos la toma de conciencia social y política sobre el cambio climático que se ha producido en la última década?

R.- Yo siento que hay muchísima más preocupación e inquietud por cuestiones ambientales que antes y que desde los Gobiernos se está haciendo un esfuerzo cada vez mayor. El panorama ha cambiado mucho en la última década, pero la situación sigue siendo muy preocupante y tenemos que hacer más.

Desde el punto de vista de la ciencia y el agua, se tiene la impresión de que los mensajes no acaban calando con toda la profundidad que deberían. El debate hídrico debe llevar a una gestión integrada donde un sector de usuarios no se sienta como que tenemos que repartirnos un quesito y piense que el trozo que yo me como es que no se lo come otro. Tenemos que diversificar los usos, tenemos que compartir los trozos entre todos para no ser vulnerables como país a años extremadamente secos.

«Tenemos que garantizar entre todos los recursos hídricos, pero no desde el conflicto y las prioridades, sino de la planificación y la visión integrada»

No estoy diciendo que el agua no se use, ni que se deje fluir bucólicamente; simplemente, es imprescindible tener todo en cuenta. Tenemos que remar todos a una olvidando intereses sectarios o en las próximas décadas habrá más conflicto por el agua. No hay ningún estudio que diga que vamos a tener más agua en el futuro, más bien menos, y desde luego va a seguir estando igual de mal distribuida. Pero podemos optimizar nuestra gestión hídrica integrando todo, sin pensar en sectores y pelearnos por ello.

Como usuarios, ya seamos personas o sectores, tenemos que garantizar entre todos los recursos hídricos, pero no desde el conflicto y las prioridades, sino de la planificación y la visión integrada. Ahí es donde todavía a nivel de sociedad nos queda mucho trabajo por hacer.

P. ¿Qué papel ha jugado Europa en estos cambios?

R.- España fue uno de los países pioneros en la gestión integrada del agua entendiendo la cuenca como unidad de trabajo y de hecho la Directiva Marco del Agua europea se basa en esa división por cuencas que aquí ya teníamos. Pero es verdad que la planificación y gestión se hacía sobre todo en términos de cantidad: dónde se necesita el agua, cuándo, cómo puedo satisfacer la demanda.

En este sentido, la Unión Europea ha inducido a un cambio de paradigma en el que todos sus estados miembros deben contemplar la calidad del agua y su buen estado ecológico como un objetivo fundamental de los recursos hídricos. Una transformación necesaria, porque si se deteriora la calidad de las masas de aguas, matamos a la gallina de los huevos de oro y en poco tiempo tampoco tendríamos que preocuparnos por la cantidad.

Además, al unificar todas las directivas de agua previas, ya fueran sobre nitratos, aguas de baño o depuración (aunque estas siguen mantiendo su vigencia y desarrollándose), se deja claro que no se puede controlar cada cosa por un lado, sino que el agua sigue unos caminos naturales y artificiales y lo que hacemos en un punto del camino afecta a las posibilidades del resto. Es decir, que sin calidad del agua no hay recursos hídricos.

P.- ¿Qué evoluciones quedan todavía por desarrollar en la política hídrica española para adaptarnos a este nuevo contexto?

R.- En teoría se está llevando a cabo una integración como la que he descrito que está avanzando, pero al ser España un país enormemente dependiente del agua para el regadío, tenemos que ir más allá. Y es que, hasta hace relativamente poco, se ha hecho todo desde el punto de vista cuantitativo y desde el punto de vista del agua como recurso, es decir, de gastar lo menos posible para producir lo necesario.

Esta visión no está mal, pero a día de hoy es incompleta. Estamos retirando el agua de sus caminos naturales y, aunque sea con un fin legítimo, estamos creando un impacto ambiental que debe ser tenido en cuenta. Por eso, el agua debe ser vista sobre todo como un bien, algo que yo quiero preservar y no usar a cualquier costa.

«Si se deteriora la calidad de las masas de aguas, matamos a la gallina de los huevos de oro»

A mi me gusta en mis clases hacer un símil entre esta idea, el sueldo y la vivienda. Con mi sueldo, que es mi recurso, miro en que puedo gastar e intento optimizar los costes, aprovechándolo al máximo. Pero con mi propiedad, yo no la uso y abuso para gastarla lo más posible, sino que intento preservarla porque es un bien que necesito a largo plazo.

Nosotros estamos abusando de los medios naturales de una manera intensa y la vida evoluciona y se adapta a esa presión, pero al final siempre hay consecuencias que vuelven a nosotros, como ha demostrado la reciente pandemia de coronavirus. Por eso creo que ser ecologista no es una ideología, sino una necesidad de supervivencia. No es el momento de defender un sector, sino de defender al conjunto de la sociedad de un problema que es común a todos. Y aquí, o nos esperamos a que llegue el conflicto o empezamos a trabajar ya.

P.- ¿Qué soluciones deberíamos priorizar a la hora de adaptarnos al cambio climático desde un punto de vista de la gestión del agua?

R.- Un tipo de medidas a la que debemos prestar más atención son las soluciones basadas en la naturaleza. Esto, más allá de las infraestructuras, quiere decir que, cuando hemos hecho muy artificial nuestro territorio, este requiere mucho mantenimiento, mientras que cuando el terreno se ha modificado de una manera menos intensa, más diversa, la naturaleza tiene más capacidad de reaccionar.

Este tipo de soluciones se pueden aplicar en la gestión de inundaciones no extremas, en la producción agrícola, la reutilización de agua… Permiten menor impacto ambiental y facilitan que, ante el cambio climático, los sistemas sean más resilientes y absorban los impactos con mayor naturalidad. Pero esta adaptación al medio pasa también por entender que hay situaciones que están en desequilibrio y mantenerlas es impulsar ese desequilibrio que no se puede sostener más en el tiempo sin que haya grandes costes que hay que tener en cuenta.

Si la costa está masificada y llena de construcciones hasta el pie de playa, pues está claro que entre la subida del nivel del mar, la falta de sedimentos y otros factores, el mantenimiento de estas zonas nos va a demandar inversiones constantes. Es decir, mantener la ocupación de la costa nos va a exigir que destinamos una cantidad cada vez mayor de recursos a ese mantenimiento, por lo que también deberíamos quizás replantearnos el cómo.

Sin embargo, seguimos restaurando paseos marítimos con materiales impermeables y rígidos y no asimilamos que igual tenemos que retranquear líneas de edificios y hacer infraestructuras verdes, como líneas de transición con dunas o vegetación, que permitan absorber los daños de los temporales en la costa. Esto exige inversión, pero más inversión va a exigir estar continuamente manteniendo y arreglando espacios que se inundan y destruyen con facilidad.

P.- ¿Cómo cree que sentarían este tipo de cambios de la ocupación costera a nivel social?

R.- Las zonas que se inundan en las ciudades y en muchas cuencas no tienen la extensión de las zonas que se inundaban antes, porque antes no había sistemas de defensa como las presas. Pero como estas infraestructuras han solucionado las inundaciones pequeñas y medias, se ha aumentado la ocupación de la costa, y cuando se produce la venida excepcional para la que el sistema no está preparado, lo que se inunda antes estaba vacío y ahora está lleno de viviendas y de actividades.

Esa parte es la que hay que concienciar. Las zonas inundables se van a seguir inundando y hay que ser conscientes. Por mucho que haya una presa más grande o mejores sistemas de defensa, siempre habrá una inundación extraordinaria que superará todas nuestras previsiones.

«En lo que respecta al agua, la distribución de recursos se tienen que hacer con criterios de recuperación totales»

El concepto clave es que haya una sociedad informada, que haya claramente una percepción de que por muy apetecible o ventajosas que nos parezcan unas soluciones, siempre hay unas consecuencias. Cuando estamos explotando los recursos ad infinitum, tenemos que estar preparados para asumir las consecuencias. Mientras siga pagando los intereses de mis préstamos nunca voy a poder invertir verdaderamente en mi futuro.

Ese es el panorama al que nos estamos enfrentando y no solo con el agua, sino la calidad del aire, los materiales con los que se elabora nuestra ropa y nuestros productos de uso diario. Pero en lo que respecta al agua, la distribución de recursos se tienen que hacer con criterios de recuperación totales, que incluyen no sólo la explotación sino los costes ambientales y los costes de oportunidad: seamos conscientes de que, como el agua es finita, lo que destino a un uso se la quito al otro.



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