“El agua más cara que hay es la que no existe" - EL ÁGORA DIARIO

“El agua más cara que hay es la que no existe»

Octavi Quintana

Director de la Fundación PRIMA

Hablamos con Octavi Quintana, director de la Fundación PRIMA, sobre la importancia de una gestión innovadora de la demanda de agua, la necesidad de cooperación entre los países y la trascendencia económica, cultural y social de la dieta mediterránea


Curro Lombardo
Madrid | 11 mayo, 2021

Tiempo de lectura: 11 min



Licenciado en Medicina y con un amplio bagaje de responsabilidad en institucionales nacionales e internacionales, Octavi Quintana es director de la Fundación PRIMA. Abanderada del valor de las alianzas entre países, culturas y sociedades, acomete la financiación, el conocimiento y la innovación en proyectos relacionados con la gestión sostenible e integrada del agua, los sistemas agrícolas y la cadena de valor agroalimentaria. Defensor a ultranza de la dieta mediterránea como hábito de vida saludable y como valor social, cultural y económico, charlamos con su director.

Naciones Unidas aprobó en 2015 la hoja de ruta hasta 2030 con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y estableció el ODS 17, Alianzas para lograr los objetivos, como un objetivo transversal a través del cual lograr la consecución de las 169 metas fijadas en esa Agenda 2030. Adalid del ODS 17, Fundación PRIMA nació en 2017, a través de la generación de una alianza entre 19 países, entre sociedades y entre personas.

Pregunta. – ¿Cómo se fraguó la fundación? A partir de su experiencia, ¿cree que las alianzas son realmente el mejor camino para lograr los objetivos que se plantean?

Respuesta. – La Fundación PRIMA surge de y con la voluntad de muchos países del Mediterráneo que comparten retos comunes; entre otras, su preocupación por el cambio climático. Son países en los que el cambio climático es -y será- especialmente acusado.

La crisis climática afecta al agua, afecta a la agricultura, a la producción de comida e, incluso, a la dieta de las poblaciones circundantes. Del cambio climático, en cuanto a su impacto físico, se habla mucho. Y, sin embargo, se habla poco de su impacto socioeconómico, que será de gran magnitud en territorios como el Arco Mediterráneo.

La Fundación PRIMA surge como un instrumento con una dotación importante de fondos, que encuentra también sus orígenes en la respuesta europea ante la grave crisis migratoria del Mediterráneo, y que promueve planes de cooperación con países vecinos no europeos con quienes compartimos una serie de desafíos comunes y muy importantes; y un punto de partida diferente, en cuanto a tecnología, renta per cápita, desarrollo científico, etc.

La cooperación entre unos y otros países es crucial para abordar los ingentes retos que tenemos por delante.

P. – En un contexto marcado por la disrupción de una pandemia que asola a todo el mundo, se habla de la necesidad de favorecer una recuperación en verde. ¿Es realmente posible auspiciar una recuperación sostenible y resiliente? ¿Cuáles son en este contexto las principales líneas de acción de la Fundación y qué dificultades han encontrado para afrontar en la situación actual?

R.– La Covid, sin duda, ha tenido un gran impacto en las sociedades del Mediterráneo, en las que hemos tenido que abordar situaciones problemáticas muy importantes. Y, a la vez, hemos tenido la fortuna de no experimentar un acuciado incremento del precio en los alimentos, que sí que hemos vivido en otras crisis. El coste de los alimentos ha sido más o menos estable, gracias a que la distribución ha seguido funcionando muy bien y a la implicación de los trabajadores esenciales que, en pandemia, lo han hecho posible. Su labor se está reconociendo poco, a pesar de ser un sector esencial que ha funcionado a la perfección.

Sí que hemos encontrado otros problemas relacionados con la falta de algún ingrediente por las dificultades para el traslado de un sitio a otro. Así como algún tipo de problemática relacionada con la venta, considerando que, en las zonas del sur, la ciudadanía acostumbra a comprar a diario y a comprar solo lo que necesita; aspecto que difiere, sin ir más lejos, de nuestros hábitos de consumo, comúnmente caracterizados por la mayor cantidad de productos que compramos y almacenamos. Este tipo de compra menor sí que se ha visto afectado por la pandemia, así como por la pérdida de alimento y de la propia falta de capacidad de movimiento, ante la gravedad de la crisis sanitaria; que ha condicionado la salida para la compra diaria y recurrente.

El trabajo agrícola también se ha visto muy afectado por las restricciones de movilidad que ha condicionado a los temporeros. La forma en que viven y se mueven los temporeros ha sido un factor de propagación del virus. El problema no es solo que se contribuya a propagar la COVID (suele ser población joven no vacunada ni en su país de origen ni en su país de destino), sino las condiciones de vida a las que están sujetos.

Octavi Quintana, director de la Fundación Prima.

P. – La lucha contra el cambio climático, la defensa de la dieta mediterránea, y una gestión del agua, de la agricultura y de la alimentación más sostenible son algunos de los principales ejes en torno a los cuales se vertebra la acción de la Fundación. ¿A qué responde la definición de esta crucial aportación estratégica?

 R. – El objetivo de PRIMA es avanzar en el conocimiento, agricultura y en el impacto del cambio climático. Pero PRIMA es, ante todo, un instrumento para trabajar en cooperación. En todos los proyectos tiene que haber equipos europeos y equipos no europeos. No podemos abordar los desafíos si no es trabajando codo con codo. La financiación de la Fundación procede en gran medida de la UE, pero no en exclusiva. Los países no europeos también tienen una contribución financiera. Este es uno de los aspectos más novedosos y más representativos de esa voluntad de abordar conjuntamente los grandes desafíos a los que nos enfrentamos. La forma habitual de trabajo es con la constitución de consorcios integrados por equipos de todas las partes.

«Aspiramos a innovar en la investigación y en los usos que se haga del agua para optimizarlos de forma sostenible y eficiente»

En PRIMA, nos interesan las relaciones entre todos ellos. La interconexión entre los diferentes aspectos es una de las cuestiones que más nos importa y cómo se impactan. A modo de ejemplo, estudiamos cómo impacta el agua en un tipo u otro de agricultura, y sobre otros aspectos como la ganadería. O el impacto del consumo de agua urbana sobre el agua que se consume en turismo o en la industria…Todas son demandas que compiten entre sí y que hay que organizar. Y de modo muy especial, el impacto que tiene el cambio climático sobre la sociedad y la economía.

P. – Agua-alimentación-energía son vectores imprescindibles para cumplir con los objetivos y metas propuestos por la ONU en la Agenda 2030. PRIMA plantea, además, el vínculo agua-ecosistema-producción sostenible de los alimentos, gestión de la cadena de valor agroalimentaria. ¿Cuáles son los aspectos esenciales de su propuesta y de los proyectos de investigación que impulsan? ¿Qué papel cree desempeña la agricultura sostenible en algunos de ellos?

R. – Aspiramos a innovar en la investigación y en los usos que se haga del agua para optimizarlos de forma sostenible y eficiente, tratando de garantizar la disponibilidad de un bien vital. Innovación frugal al servicio de los pequeños productores y sectores con menos capital para introducir grandes innovaciones tecnológicas.

Desde PRIMA apostamos decididamente por la agricultura, porque la agricultura “tradicional” es también relativamente sostenible e, indudablemente, por la agricultura sostenible, que considere principios de economía circular como los que proponemos para el olivar y la producción de aceite. En el caso del olivo, cultivo esencial en el mediterráneo, es interesante la aplicación de principios de economía circular y cómo aprovechar todo; incluso lo que se desecha. Cómo se puede aprovechar el alpechín, por ejemplo, para que no contamine el agua y los acuíferos y obtener un aprovechamiento energético. Poder reciclar en la producción del aceite de oliva en estas regiones es esencial, sin ir más lejos. Y otras cuestiones que afectan a la sostenibilidad del agua, en relación con la agricultura y el uso de agua para riego, pudiendo aprovechar aguas residuales, en lugar de agua potable.

También en relación con la agricultura, hay que avanzar en la rotación de cultivos y en el aprovechamiento del suelo de forma sostenible y tratar de evitar que se degrade. Es absolutamente imprescindible.

«Hay que fomentar la producción y el consumo local, incidiendo en paralelo en la reducción de la huella de carbono desde la producción hasta el trasporte»

En el arco del Mediterráneo, hay que planificar estrategias de prevención en relación con la degradación y desertización del suelo y articular políticas de prevención, mitigación y adaptación a esta realidad mediterránea, y que deben adoptarse comprometiendo a regiones y cultivos completos. Esto implica la adaptación de los cultivos a la peculiaridad y a la realidad del territorio; así como una combinación adecuada entre pastoreo y cultivo de cara a facilitar la mayor complementariedad posible.

Hay políticas incentivadoras para promover una agricultura sostenible, pero también es cierto que es muy barato importar productos en los que, incluso, se confía más que en los autóctonos. En este sentido, hay que fomentar la producción y el consumo local, incidiendo en paralelo en la reducción de la huella de carbono que deriva de la propia producción hasta del transporte. Todos son aspectos que hay que considerar y que tener en cuenta en el sistema de comercio, al igual que hay que tener en cuenta el nivel de transferencia de agua en todo el proceso.

Hay otros factores como el comercio, que, dentro de la zona, es muy pobre. Estamos ante economías muy poco integradas entre sí; sobre todo, en los países del Sur. Gran parte del despegue europeo se debe precisamente a que tenemos una economía muy integrada. Los países del Sur, sin embargo, tienen una de las economías menos integradas del mundo. Muchas de las relaciones entre ellos, de hecho, pasan por un tercer país europeo. Tiene poco sentido. Buscar y favorecer la integración Sur-Sur es crucial para avanzar en la integración de principios de sostenibilidad en países muy pequeños.

«La dieta mediterránea es crucial no solo porque es saludable, sino porque es respetuosa con el medioambiente y buena para la economía de todos estos países»

P. – Desde la Fundación siempre se ha recalcado la importancia de la dieta mediterránea, pero “especialmente” en un contexto de pandemia. ¿Qué les lleva a esta defensa? ¿Por qué creen que es esencial y, sobre todo, cómo se puede trasladar esta percepción al ciudadano?

Es importante facilitar una visión a largo plazo. La dieta mediterránea es crucial no solo porque es saludable, sino porque es respetuosa con el medioambiente y buena para la economía de todos estos países. Es, además, un estilo de vida, un factor social y cultural que tiene factores determinantes para el arco Mediterráneo, aunque lo verdaderamente importante es que, en realidad, haya demanda de una dieta mediterránea, con el consiguiente aumento en la producción y una menor dependencia de las importaciones.

Sobrepeso, cultura, nivel social… son otros de los aspectos relacionados con la sostenibilidad de la que hablamos en PRIMA cuando nos referimos a la dieta de mediterránea.

Es imprescindible que la dieta mediterránea sea asequible a la población y que tenga prestigio. Hay comida mediterránea que requiere elaboración y no todo el mundo tiene el tiempo que requiere; y ante eso, es más que probable que la ciudadanía opte por el consumo de alimentos prefabricados.

P. – Luego, apremia inculcar e incentivar la dieta mediterránea…

R. – Sí. Se puede y se debe educar desde muy pequeños a los niños a los sabores de la dieta mediterránea. Y, además, es necesario incentivar la dieta mediterránea, con incentivos en la fiscalidad, con impuestos a productos azucarados, por ejemplo. Y, al contrario, favoreciendo el acceso a legumbres, fruta, verdura y hacerlos accesibles en el mercado, con políticas de precios, distribución y prestigio, con “embajadores” de la dieta mediterránea, que favorece hábitos saludables, respeto medioambiental, sistema de vida y tractor económico En cuestiones de salud, lo importante es el código y no precisamente el genético, sino el postal. Haber nacido en un país “avanzado” es mucho más importante para la salud que haber nacido con un buen código genético.

«El Mediterráneo importa el 50% de la comida que consume por una agricultura mucho menos eficiente y por el incremento de población»

 

P. – Atendiendo a la realidad española y a la de los países del arco mediterráneo en los que la Fundación tiene presencia ¿Qué criterios cree que urge atender ante la transición ecológica y el reto demográfico?

Con más de 500 millones de habitantes en el arco mediterráneo, la transición demográfica es algo más que evidente en muchos de estos países. Y con la previsión de una curva de población decreciente, la solución pasa por la inmigración para el declive demográfico. En algunos países del Sur, con Marruecos como ejemplo, ya se han dado muestras de haber iniciado la transición demográfica, con un crecimiento estabilizado. Al contrario que en países como Egipto, en el que la población crece muy por encima de su capacidad de producción.

En este momento, el Mediterráneo importa el 50% de la comida que consume. Esto se debe a un cambio en la agricultura, mucho menos eficiente, y al incremento de población.

La dieta mediterránea tiene que propiciar un cambio de percepción en la sociedad sobre hábitos saludables. Y ha de venir de la mano de la educación, como factor clave en la transición demográfica, y en la renta per cápita.

La transición demográfica es esencial en esas sociedades, así como que tengan seguridad alimentaria, que es clave para la estabilización civil y política en muchas de estas comunidades.

 

P. – El agua es una de las áreas de financiación de la Fundación, de los proyectos de investigación. Algunos guardan precisamente relación con la gestión sostenible e integrada del agua. ¿Qué aspectos cree que son necesarios impulsar para conseguir realmente una gestión sostenible e integral de los recursos hídricos?

Lo principal es gestionar la demanda. La demanda actual de agua es insostenible. Hay que gestionar la demanda de todos los sectores: agrícola, urbano, industrial, turístico. Todas estas demandas beben desde una misma fuente.

«El agua más cara que hay es la que no existe. No tener agua es lo más caro de todo. Hay que poner un precio al agua»

 

Sin gestionar la demanda, la tecnología, por ejemplo, no tiene capacidad para revolver la situación por sí misma. La tecnología no es la solución para el problema del agua. Puede ayudar, pero es esencial un acuerdo social con el que decidamos cómo abordamos la demanda. Y hay que incluir otros aspectos como la energía por su altísima vinculación con el recurso.

Dentro de la agricultura, una de las grandes demandantes de agua, hay que entender que el agua es cara, pero el agua más cara que hay es la que no existe. No tener agua es lo más caro de todo. Hay que poner un precio al agua. No puede ser gratuita porque es un bien preciadísimo.

Hay que utilizar el agua de la forma más sostenible posible; que las fuentes de agua vengan de agua de lluvia, de los pantanos, lluvia, de los acuíferos, de plantas desalinizadoras… se combinen de la forma más razonable y sostenible posible. Es necesario pensar integralmente y equilibrar todas las fuentes de agua; favoreciendo que los usos que requieren mayor cantidad del recurso sean gravados para ser ajustados a su valor real. Indudablemente, la tecnología ayuda, pero no va a resolver, por sí misma, el problema del agua. El problema es social y no técnico.

Hay que huir de cultivos no sostenibles y habilitar más regadío en países como España, no parece muy sostenible. El regadío tendrá que ser percutido en el precio final de los productos, reflejar el coste.

P. – Aunque lo entendamos de forma integral en toda Europa, en España especialmente, se ha defendido que, el sector del agua podía erigirse como uno de los motores de la recuperación, económica, social y medioambiental, por su capacidad para generar empleo de calidad, por su capacidad de innovación y desarrollo tecnológico, por tratarse de un sector clave y de un recurso estratégico esencial que preservan teniendo en cuenta las amenazas que vienen (cambio climático, escasez, desastres climáticos cada vez más frecuentes…) ¿Cree que debería haber una apuesta decidida por realmente hacer del sector del agua uno de los motores esenciales de la recuperación?

Para España, el agua es un factor absolutamente esencial, que se ha tendido a resolver muy a menudo con cemento. Y el cemento, con su coste ambiental, en realidad resuelve pocos problemas. Hay que tener en cuenta la idiosincrasia territorial, con una visión local y global a la vez. Cuando es complicado llevar agua a zonas áridas, los costes asociados son elevadísimos.

En España, el Plan de Recuperación puede ayudar en la gestión y en el favorecimiento del diálogo en torno al agua, que legitime socialmente la aplicación de un determinado tipo de tecnología, y que ese fomento tecnológico tenga en cuenta el coste energético y otros costes asociados.

El Plan de Recuperación es importante porque los fondos tienen que proveer soluciones que utilicen la energía o que consuman carbono de forma razonable y con visión a medio y largo plazo. Lo más barato hoy no es lo más barato a largo plazo.

El Plan de Recuperación es importante, no solo por los recursos, sino por utilizar los recursos ambientalmente sostenibles, lo que implica que hay que utilizar tecnologías sostenibles, renovables y limpias posible. La recuperación tiene que ser verde y sostenible a largo plazo.

«El único recurso de todo el mundo que es infinito es la creatividad humana»

P. – A modo de cierre, la Fundación PRIMA es una de las principales impulsoras de la creación de una comunidad científica en el Mediterráneo para luchar contra el cambio climático. ¿Cree que existe una conciencia real sobre la importancia de promover la investigación y la ciencia en aspectos relacionados con el desarrollo sostenible?

No. Clarísimamente, no. Aunque es justo decir que, en este sentido, la COVID ha ayudado mucho. La gente ha entendido casi que por primera vez que la ciencia sirve para resolver problemas de la ciudadanía; a pesar de que todo es posible gracias a la ciencia. Crear una comunidad científica hoy es mucho más fácil que hace solo un año, precisamente gracias a la pandemia.

Otra de las grandes conclusiones es que la cooperación es clave y que el único recurso de todo el mundo que es infinito es la creatividad humana. Hagamos posible que la creatividad y el talento dispersos en cualquier lugar, estén al servicio de la investigación y la innovación.

 



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